lunes, 23 de diciembre de 2013

ILUSION Y METAMORFOSIS DE UNA UNIVERSIDAD


En la Uney,  un desorientado Don Quijote ha sido fácilmente descabalgado por Aldonza Lorenzo.
Esta moza labradora, soliviantada, abandonó los oficios del campo no por amor al saber sino al poder. Sus secuaces y sayones avanzan en todas las Universidades. Con el mismo espíritu trasmutador en que amanece  Lucio en Asno y Samsa en Chiripa. Y con la misma arenga del renegado Sinam Bey  concitando al Rey Turco a no favorecer ni escuchar las alabanzas de las artes y las ciencias,y, sobre todo,de las Humanidades, que acobijaron Grecia y Roma: “Roma, cuando desde un surco que no cabía dos celemines de sembradura se creció República inmensa, no gastaba en Doctores ni libros, sino en soldados y astas. Todo fue ímpetu, nada estudio”.

¿Qué cual ALDONZA LORENZO? La otra, la Dulcinea real (la de la atmósfera de lo fácil, la de la  costumbre del camino más corto y el arribo oportunista del pícaro con toga y birrete, la de la llaneza del mediocre sin humildad, la de la  vulgaridad sin el fino espíritu de los hombres sencillos) la Dulcinea de la provincia mental en que vivimos y mentimos, y de la cual, por lo pronto, no salimos.
Ya lo dijo Cervantes mismo de esa primeriza doña Bárbara, que tuvo “la mejor mano para salar puercos que toda otra mujer en toda La Mancha”: 
“—Bien la conozco —dijo Sancho—, y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzado zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante o por andar que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y, aunque estaban de allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo hace mueca y donaire” (I, 25, 283).

Claro está, que, ante los bárbaros que la acicatean y entronizan sobre la grupa de esa mula en el caos, y a quienes no interesa el saber sino sus tres pollinos y su queso de oveja, no debemos dar tregua a la imaginación y contestar siempre: “conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia”.

Porque, en verdad, secretamente sanchopancistas de corazón sensible, también soñamos o pensamos: "Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es fantástica, o no es fantástica; y éstas no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo. Ni yo engendré ni parí a mi señora, puesto que la contemplo como conviene que sea una dama que contenga en sí las partes que puedan hacerla famosa en todas las del mundo…".


Y así la UNEY: moza taimada que pudiera llegara ser  hermosa pero que todavía no existe, para la resignación de estas bellas tierras salvajes del Yaracuy y asiento de un pueblo que ha dado en carnavalesco. Ni tan idealistas ni tan ordinarios pragmatistas. Sin erráticas cabalgaduras, sobre la realidad, de pie, como sobre el suelo duro de la dignidad, pensamos, soñamos y actuamos. Vencidos, pero no convencidos, entre los "hunos" y los "hotros". Ni confundidos por ningún delirio neototalitario ni acobardados por lo que se pueda perder. A no ser, como para el sudoroso convaleciente, el mal sueño de algo que todavía no hemos podido soñar bien.

viernes, 8 de noviembre de 2013

EN LA FILA DE SUS PUPITRES NUNCA VERAN EL MIO



La manada sorda, anónima, plural, que en la calle lincha a un hombre por inercia, por fanatismo o  miedo, tal como pavorosamente lo deja ver algún documental por la televisión, es la misma manada que calla y deja cobarde e indolentemente pasar todo en la UNEY y en el país.
 No importa si la noche antes pontificaron apasionadamente sobre la justicia, la revolución o la dignidad  entre familiares y tragos: al fin y al cabo, el mal siempre son los otros y hay que ir a por ellos! Dan vueltas alrededor de leyes que no cumplen como en una noria absurda y se obligan a asistir a congresos sobre “pensamiento crítico” al cual acuden y asienten obedientemente y con la sumisión de los buenos militantes que se cuida bien de llevar sus orejeras correctamente.
Lo cierto es que, del mismo modo, en la rutina del trabajo todo vuelve  siempre a someterse  a la misma ley de la indiferencia, el acomodo y el silencio cómplice: ley de la mediocridad moral y ley del mínimo esfuerzo que lo mediocriza todo al mismo ras de un igualitarismo cobarde y del mismo linaje del resentimiento y la venganza: todos nos parecemos, por tanto, todo está disculpado entre nosotros. Pragmatismo de un racionalismo mezquino que solo ve la utilidad propia, en “las aguas frías del cálculo egoísta”: prodigioso materialismo dialéctico que, invicto, se repite a sí mismo infinitamente igual en sus pasillos. Muertos vivos sin pensamiento propio cuyas “rejas mentales” nunca podrán traspasar porque no pueden verlas como no pueden mirarse a sí mismos.  Son la versión bufa de The walkind dead a quienes, instigados por la presencia hipnótica de su uniforme cantidad y excitados por el rumor rítmico de hacer todos lo mismo,  hay que cantarles El Plural (de George Brassens) sin esperanza de que despierten sino sólo para animarnos nosotros mismos:
““Querido señor, usted es un caso aparte”, me dijeron, / cuando me rehusé a montármeles al tren./ Sí, sin duda, pero yo no me las doy de apóstol./ Yo, que para ser alguien no necesito a nadie.
‘El plural no le vale al hombre para nada, y tan pronto/ como hay más de cuatro, lo que hay es una partida de pendejos./Rancho aparte, caramba! Es mi norma y a ella me debo./ Entre los nombres de los que van, nunca verán el mío!…
‘La causa era noble, era buena y hermosa!/ Estábamos enamorados y nos casamos con ella./ Deseábamos ser felices todos juntos con ella./ Éramos demasiado numerosos y la hemos cagado!/...
‘Yo soy el que pasa de largo ante sus fanfarrias./ Y que canta con sordina la canción subversiva./ Y le digo a esos señores que se asustan de mis notas:/ “soy tan músico como vosotros, atajo de ruidosos”.
‘El plural no le vale al hombre para nada, y tan pronto/ como hay más de cuatro, lo que hay es una partida de pendejos./ Rancho aparte, carajo! Es mi regla y a ella me debo./ En la fila de sus pupitres, nunca verán el mío…”

viernes, 4 de octubre de 2013

IN ICTU OCULI


En un abrir y cerrar de ojos, instituciones, fortunas y prestigios se esfuman y evaporan, sean propiciados, o no,  por el deseo, la soberbia, la insidia, la prevaricación o la simple avaricia, qué más da.  Igualmente sedas, armas, joyas, libros  y el mundo entero son pisoteados y degradados por la decadencia y el tétrico aspecto de todo lo que muere y su brutal fuerza igualadora.

La Vanitas será y pasará. Y pasará la huella leve de quien vivió con dignidad junto a quienes se pusieron un precio por dos monedas o tres privilegios. Ansiedad de los supermercados, ronroneo de las abejas de la adulación y musgo maloliente de la mediocridad creciendo en las universidades.

Vivimos tiempos de disipación y de bajeza. Y, en la vía, la mayoría se lanza sobre la carga de carne congelada del camión sobre cuyo volante duerme el cadáver todavía fresco del chofer. Y sobre las instituciones y sobre los cargos públicos: como en ruinas donde todo es botín para quienes se citan a un festín desolador.

Más sencilla y distinta la comida que nos sirvió Rene Char:  “A todas las comidas que compartimos, invitamos a la libertad a nuestra mesa. La silla queda vacía, pero el plato está puesto”.

(El video  que sigue, corresponde a una obra de la artista española Greta Alfaro llamado In ictu oculi (2009), en la tradición actual de parodias artisticas de la obra homónima de Juan de Valdés que encabeza a este texto)

miércoles, 14 de agosto de 2013

LA ENTRAÑABLE ANTIPATRIA


LÁZARO ÁLVAREZ




Toda nación surge, como todo ego, aparte de otras ficciones aparentemente más gloriosas y sabidas, de aquello que constituye el enfrentamiento y la exclusión, de lo que se construye sobre la exaltación de sí y la negación del otro. Aspiración a una Unidad Superior, lo que nos une es lo que niega a los demás. Y, así, pasamos siglos entre sacrificios, ceremonias y batallas, construyendo nuestras patrias: qué difícil y, al mismo tiempo, simple, o trágico y sublime, patético y ridículo, este asunto de estar unos junto a otros. Este otro aspecto de los nacionalismos, y no sus formas positivas ya excesivamente ponderadas, es lo que creemos necesario de mayor reflexión.
La fascinación fetichista por la identidad, ese “bucle melancólico” que nos afanamos en rizar, no permite distinguir entre conciencia nacional y nacionalismo. La primera, una forma lúcida y saludable de identidad social, pero el segundo implica, según Savater, “un origen traumático y comporta agresividad”, es decir, un frenesí narcisista y un paranoico delirio persecutorio.
Cuando en mi ingenuo segundo año de bachillerato me enfrentaron al sentido de esa contingencia que llamamos patria (esa “hija de la guerra”, para Sánchez Ferlosio), recuerdo no encontrar ninguna definición que me satisficiera, excepto unos años después el iluminador poemita (“Alta traición”) de José Emilio Pacheco. Hice un esfuerzo sobrehumano para dar un concepto en un discursito como vicepresidente de la Sociedad Bolivariana: nada más inauténtica que esa devoción obligada tan parecida a las coacciones de conducta que padece todo adolescente en el seno de su propia pandilla.
Aparte de las gestas y reelaboraciones, hipócritas u honestas, a que se echa mano para eso que también denominamos nuestra autodeterminación, y de su probable necesidad humana, las patrias también nos resultan ambiguas en el modo de sus ritos (“de autosatisfacción”), sobre todo en aquellos decimonónicos, a ratos melancólicos, a ratos pesados, como lo son los himnos. Pues, particularmente patética es la “himnosis” obsesiva a que nos sometemos los venezolanos (mañana, tarde y noche), desde hace tanto tiempo, como si la primordial preocupación por definirnos -de nuestros primeros pensadores- tuviera que ver más con el rígido choque de talones militar o con el obsesivo puritanismo étnico-cultural que se resiste a permitir que caiga, de una vez por todas, la hoja de parra originaria de nuestra identidad. Como si no bastaran los modestos rituales que hace una mínima costumbre y como si, exagerándolos, con este mismo exceso, desconfiáramos secretamente de dicho patriotismo.
Como es sabido, la gran mayoría de las letras de esos cantos mecánicos y resonantes de escuelas, plazas y de estadios, constituyen fórmulas esotéricas e hiperbólicas que nunca comprendemos como el “Oíd, mortales, el grito sagrado!”. Desde los “que perezca mi raza altanera/ cual mi tribu inmortal Jirajara.”, pasando por “Salve! El pueblo que, intrépido y fuerte/ A la guerra a morir se lanzó”, o  el "Mexicanos, al grito de guerra, el acero aprestad y el bridón",  hasta eso de “regar la tierra con la sangre impura”, no sólo presumen de una dudosa calidad literaria sino de una anacrónica exaltación de "el éxtasis de la victoria, el placer del predominio, la ambición de hegemonía, el furor de la autoafirmación".(Sánchez Ferlosio), pretextos comunes a la patria y al impulso de la guerra. A las “marsellesas” altisonantes y belicistas de todos los países que cantan “Deutschland über Alles, über alles in der Welt (Alemania por encima de Todos, por encima de Todos en el Mundo)", prefiero el canto a la naturaleza del himno indio compuesto por Tagore: “Mi Bengala de oro, te amo./… En primavera, oh madre mía/ La fragancia de tus cultivos de mango/ Me hace un salvaje con alegría”.
Hay dos sentimientos espontáneos ante lo humano o lo inauténtico: la solidaridad inmediata o el distanciamiento. Puedo conmoverme hasta el límite de lo cursi con el  llanto imprevisto de un viejo portugués en Óbidos porque reconoció mi voz venezolana en una frontera desconocida y donde no se podía articular palabras. Pero no evitar la sensación de estafa ante las retóricas patrioteras de cualquier parte.
De allí mi rechazo por la estridencia de los himnos militares, los mítines, los cánticos fanáticos y por los patriotismos furibundos que justifican matanzas alzándolas a sublimes gestas de virilidad. Siempre he sentido una nostalgia distinta a la de las hipócritas ceremonias públicas. También mi arraigo es otro, paradójico. El doble exilio de quien no regresa sino siendo siempre inevitablemente otro, extranjero en la tierra, en todos los lugares. Nostalgia que no acaba: la entrañable antipatria es también un amor infinito que se rehace y se renueva siempre. Nunca somos perennemente idénticos. Nunca estamos definitivamente en casa. No existen patrias puras.


Recuerdo una singular frase de Vernant grabada en el puente de Europa que une Estrasburgo y Kehl y que debiéramos nosotros inscribir, también, no sólo en todos nuestros puentes sino en las entradas de todas las ciudades: "Para ser uno mismo hay que proyectarse en lo que nos es extranjero, prolongarse en ello y por ello. Permanecer encerrado en la propia identidad equivale a perderse y a dejar de ser. Nos conocemos y nos construimos gracias al contacto, el intercambio y el comercio con el otro. El hombre es un puente".
                                                                       (Publicado en Tal Cual el 26/08/12)

domingo, 4 de agosto de 2013

CONTRA LA INDIFERENCIA


CARTA ABIERTA A TODOS LOS COMPAÑEROS DE LA UNEY
(el 25 de abril de 2013, ante la posibilidad, por tercera vez desde el septiembre negro de 2011, de sabotear el crecimiento de la Asamblea)
“Lo que ocurre no ocurre tanto porque algunas personas quieren que eso ocurra, sino porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja hacer, deja que se aten los nudos que luego sólo la espada puede cortar, deja promulgar leyes que después sólo la revuelta podrá derogar, dejar subir al poder a los hombres que luego sólo un motín podrá derrocar”.Antonio Gramsci. Odio a los indiferentes.

“Sartre nos enseñó a decirnos: “Sois responsables en tanto que individuos”. Era un mensaje de libertad. La responsabilidad del hombre que no puede confiar ni en un poder ni en un dios. Al contrario, es necesario comprometerse en nombre de LA PROPIA RESPONSABILIDAD COMO PERSONA”. Stephane Hessen, Indignaos!
Estimados colegas profesores y compañeros todos:
La situación de la Uney ha devenido en una situación de crisis general en un grado extremo pero, al mismo tiempo, ha tomado las formas de una rutina que apaga nuestras fuerzas y nuestra pasión para reaccionar correctamente y de un modo que nos devuelva la esperanza de recuperar la dignidad de nuestro trabajo y de nuestra institución. Pero, hacerlo, de verdad, sin embargo, no es un imposible.
Así tenemos que, a la falta de una conciencia y de una cultura universitaria que nos haga más consciente en el uso y defensa de este espacio, se ha sumado además una enorme fractura moral y colectiva (afectiva, quizás) de toda la comunidad, que ha lesionado profundamente nuestra capacidad de reaccionar como un solo bloque frente a toda esta crisis. La falta de compromiso, la apatía, la indolencia, la ceguera y la ignorancia que tienen un origen muy diverso, nos imposibilitan para reaccionar y, a la vez, causan desaliento en el resto de nuestros compañeros. Puede haber quienes, por mezquindad de espíritu, celebren el fracaso de cada intento de levantarnos contra la injusticia y la ilegalidad. Pero también hay quienes nos levantamos una y otra vez y no perdemos la esperanza a pesar de todas las recaídas, lo cual nos ha permitido aprender más de nosotros mismos, reconocer errores (frente a quienes nos adversan como frente a nosotros mismos) y crear una conciencia cada vez mayor de que, a pesar de esos errores (a la vez que reconociéndolos) y del aislamiento en que ocasionalmente nos hayamos visto, estamos construyendo una historia de la Uney que nos restituye nuestra dignidad, por más pequeños que nos veamos ante los poderes que enfrentamos.
Esta recuperación y este crecimiento lento de nuestra conciencia universitaria se ha dado solo gracias a uno de los ejercicios fundamentales de la vida humana de estos días: la práctica de la democracia, cuyo régimen nos enseña esencialmente que cada ciudadano depende de los demás, sean quienes sean los demás, y que somos iguales en dignidad humana. Y la práctica de la democracia se ejerce, del modo más pleno en nuestras universidades, a través de las asambleas  generales. La democracia no es algo que se nos entregue ya dado sino una práctica constante en la cual ella misma se actualiza y se realiza. Necesitamos, por tanto, de una educación permanente de la democracia lo cual conseguimos a través de y en el seno de la asamblea general. El mismo espíritu de las universidades modernas hace que las asambleas constituyan el órgano esencial, en una situación de anomia e ilegalidad como es el caso de la Uney, que puede crear y generar legitimidad, de conformidad con el artículo 70 de la CRBV.
Ello más aún en las Universidades porque las Universidades, en la medida en que su objeto esencial es la búsqueda de la verdad y la creación de conocimiento nuevo, del cual se desprenden los demás, dicha búsqueda sólo es posible en un ambiente de extrema libertad y, al mismo tiempo, de tolerancia de la diversidad y de lo otro. La deliberación y la tolerancia son esenciales, entonces, para  la vida de las universidades. Y esa deliberación nos educa en la palabra pública y en la conciencia del valor que esta misma posee. Por eso decimos que hemos crecido mucho bajo las condiciones de esta misma crisis que ahora padecemos. Pero aún sigue siendo necesaria una continua deliberación que nos lleve a buscar buenas razones para mejores decisiones en el seno de la asamblea que nos reúne con todas nuestras deficiencias y diferencias, y nuestras suficiencias y semejanzas.
No “odio a los indiferentes” porque quizás no es necesario llegar a tanto. Pero nada más en contra del futuro que ese pantano de la apatía en que se inmovilizan, como en una flagrante y escandalosa falta de amor a sí mismos. Necesitamos, por tanto, no una “tolerancia pasiva” falsa, indiferente, estéril, escéptica e irresponsable, que no le importa lo que ocurra en la Uney, sino una tolerancia activa que no se desanima ni renuncia a la búsqueda de un consenso a pesar de todas las diferencias, y para lo cual se necesita temple y valentía. Los problemas de la Uney sólo se resuelven por la vía de la asamblea general. No gracias a grupitos, líneas de partidos o la voluntad de dos genios o de los dueños circunstanciales de su gobierno. Porque esta es la vía más transparente, más sensata y más democrática.

Por tales razones, siendo que estamos en una hora crucial y decisiva para todos sin excepción, invitamos a aquellos profesores, estudiantes y demás miembros de la comunidad uneyista que se autoexcluyen de participar en las asambleas, a reflexionar y a deponer su actitud de extremo individualismo, de indolencia, de desidia, de desaliento  o de resquemor, según sea el caso. Pues, en ello encontramos una falta grave de altura de conciencia para reconocer lo que el momento exige y lo que significa renunciar al derecho de palabra y al ejercicio de la autonomía en el seno de la asamblea general y ceder, así, su espacio a otras voces que influirán en decisiones sobre las cuales podrían luego no estar de acuerdo, perdiendo de igual modo el derecho efectivo a objetarlas con validez moral.

CONTRA EL DESAFUERO Y LA OPACIDAD



(La que sigue es una carta escrita y aprobada en Asamblea de la Comunidad Uneysta exigiendo transparencia y respeto a las decisiones consensuadas y a las vías democráticas de solución de conflictos en el seno de una Universidad libre y autónoma)


San Felipe, 13 de mayo de 2013.
Señores Autoridades Rectorales designadas por el MPPPES.
Universidad Nacional Experimental del Yaracuy.
Su despacho.-
                    
  Estimados Señores:
                                                            Nos dirigimos a ustedes en la oportunidad de hacer de su conocimiento la solicitud discutida en asamblea del lunes 13  mayo de los corrientes, relativa al reconocimiento de los representantes de los sectores elegidos por la comunidad universitaria de la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy, UNEY.
          Ello es que, como ustedes bien saben, en los períodos de septiembre-octubre de 2011, febrero-junio de 2012 y nuevamente reactivadas desde el 13 de febrero hasta la actualidad del presente año,  y siempre por iniciativa de la comunidad, se han venido realizando (hasta ahora ocho en este sólo año) asambleas generales y reuniones con la finalidad urgente de constituir el Consejo Universitario, máxima autoridad de la institución, entre otros asuntos relativos a la crisis que se vive en la UNEY. A consecuencia de ello, el 21 de marzo de 2013 se firmó un acuerdo con ustedes para conminarlos a solicitar formalmente ante el Ministerio respectivo la designación del representante del mismo ante el Consejo Universitario, y organizar mesas de Trabajo para establecer diálogos, entre autoridades y representantes de sectores elegidos, para la instalación del primer Consejo Universitario,  elegido por la Comunidad, con fecha probable entre el 16 y el 19 de abril del presente año.
          Sin embargo, en la reunión de la Segunda Mesa de trabajo, del 10 de abril, los representantes de los sectores, Lic. Nilda Noguera, por los jubilados, Prof. Lázaro Álvarez, por los docentes, Lic. Raudy  Guédez, por los egresados, y el Br.  Alexander Morey, por los estudiantes, les plantearon la aceptación del representante de los Coordinadores para conformar el consejo Universitario cuya petición fue denegada. Del mismo modo, expresaron, por voz del vicerrector, que tampoco aceptaban la representatividad de los demás sectores, específicamente, de los profesores y de los estudiantes, e incluso, que se podía impugnar, bajo el concepto de que no existen elecciones perfectas, la de los jubilados y egresados, pero que era posible, sin embargo, aceptarlos sólo a éstos últimos.
                    Las razones aducidas para no reconocerlos como tal, en  ese momento, fueron argüidas de distinta manera para cada caso pero de un modo muy general en un breve comentario verbal y con cifras que son inexactas o con interpretaciones que difieren, en una primera impresión, de las que manejan las comisiones de la Asamblea General. A pesar de que se les argumentó, a través de la Lic. Noguera y el profesor Álvarez, de la urgencia que se vive, de la ilegalidad de todas las estructuras de gobierno de la UNEY y de la necesidad de avanzar en esto para constituir un Consejo Universitario previo que se limitaría a crear las condiciones jurídicas y administrativas necesarias para volver a convocar a elecciones de dichos representantes, no se pudo llegar a un acuerdo. Al finalizar la reunión, el prof. Lázaro Álvarez, en vista de este inesperado giro de las conversaciones y de la vaguedad y el posible error de las argumentaciones del Vice-rector,  se limitó a exigir que las autoridades consignaran por escrito,  las argumentaciones y las fundamentaciones de sus impugnaciones y del no reconocimiento de estas figuras, así como reiteró la exigencia de que se publicara en la web de la UNEY el Reglamento vigente de nuestra Universidad y cesara, por fin de esta manera, la existencia clandestina de este documento tan esencial.
          A un mes de dicha petición, y ante la ausencia de respuesta a tales solicitudes, en vista de la grave situación por la que atravesamos, nuevamente la Asamblea en pleno conmina a las autoridades a dar respuesta de manera formal, por escrito y con la seriedad y urgencia que amerita la altura de las circunstancias actuales, a nuestra petición de que consignaran dichas argumentaciones con sus fundamentaciones. De no hacerse, no se podría dar respuesta a esta posición ni pueden seguir avanzando las conversaciones, además de que, confirma la sospecha de que dichas autoridades no expresan ni la capacidad ni una voluntad verdadera de solucionar el estado de marasmo  ni la grave fractura legal, administrativa y académica por la que atravesamos, mucho menos a través de la vía más transparente, honesta y democrática que implica la participación real de todos que se quiere expresar con estas asambleas.
Sin más, firmamos abajo en concordancia con lo que aquí expresado,

(Siguen firmas de asistentes de la Asamblea)

lunes, 29 de julio de 2013

PREPARATIVOS PARA LA PELEA

(Elogio de la  universidad como asamblea del pensamiento)

                                                    Lázaro Álvarez
                                                              “Cuanto más grandes sean, más daño se harán al caer”, Bob Fitzsimmons, campeón de peso pesado más ligero que ha existido.

“…contra el poder/ que nunca abraza a los que pueden pensar/ contra el poder que siempre miente/ en nombre de la verdad/ contra el poder que nos convierte en extraños/  contra el poder que debilita y nada da/ que sólo quita/ y deshace lo que está/ contra el poder…”
Canción de Pedro Guerra.


Insólito cómo las diferencias entre creencia y razonamiento, u opinión y argumento,  o emociones e ideas, aparecen confusas en algunos profesores. Insólito aún más cuando opinan sobre categorías que pertenecen a realidades distintas y escamotean instituciones de instrucción pública por Universidades.
Así dicen: “el estudiante es nuestra razón de ser”, como si hablaran de un liceo. O “Asamblea es una reunión y yo sólo atiendo a las de mi coordinador”. O “las universidades se deben al Plan Nacional Simón Bolívar”, afirmaciones absurdas cuando se trata, no de instituciones de educación superior, sino de Universidades, espacios para el conocimiento.
Esta falta de precisión es la que hace que, mientras hablan de la belleza habida en el hecho de que nuestra Constitución defienda la diversidad, o del odio de los otros en seminarios sobre la paz mundial, monten en cólera  cuando alguien se atreve a contrariarlos.
Es hipócrita la creencia de que se respeten las ideas de los demás: se respeta a la persona,  no a las ideas. Si las ideas se reverenciaran como a  ídolos no cambiarían, ni progresarían ni se pudiera ser crítico ante nada, y el suyo sería un reino de sórdido silencio inamovible. Sin embargo, jamás debemos irrespetar la dignidad de nadie por pensar diferente. La dignidad de la persona humana es sagrada. Pero no puede haber mayor distancia entre emociones e ideas, entre cuerpo e intelecto o conciencia de sí y realidad personal, de lo cual todos pecamos un poco, como en el caso aquel de los coléricos: el cisma es abismal. Falta aquí, lucidez, que sólo se recibe en la refriega diaria con los otros y con nosotros mismos. Y falta la precisión que sólo nos la da la reflexión continua.
Así, las definiciones de asamblea. Hay, claro está, asambleas, aquelarres, concilios, cogollos, reuniones y conspiraciones, todas palabras parecidas pero padecidas de maneras distintas. El matiz que las distingue está en la calidad de la experiencia de libertad y autonomía que hayamos tenido la suerte de vivir. Todas estas, definiciones necesarias que nunca terminaríamos de precisar pero, en cuyo curso, nos definimos a nosotros mismos: el lenguaje nos habla.
Y lo más propio de las asambleas es que, en su círculo, el mazo autoritario del jefe se ha desvanecido, aunque todavía, para quien vive con miedo, encuentre su sombra por todos lados, e incluso, la necesite. Por tal razón,  en la UNEY, nunca se había hablado con tanta libertad y menos miedo, como ahora. Es un espacio que se ha conquistado, no que se ha concedido. En el mismo sentido en que Sartre decía que “nunca habíamos sido tan libres como durante la ocupación alemana”. Con él estamos cuando afirma que “el acto revolucionario es el acto libre por excelencia”. Pero de él nos separamos cuando defiende una violencia “purificadora”. Ninguna construirá un hombre nuevo: para Simone Weil, el frío acero de la violencia es tan mortal por la empuñadura como por la punta. Preferimos el razonamiento, el debate, las ideas, cuya casa más natural y elevada es el espacio de las universidades.
Asamblea es, entonces, espacio libre de autorrepresentación de nuestras posibilidades donde se mitiga la sombra autoritaria de la sumisión, la humillación y la enajenación a que nos someten siempre los caciques y pequeños caudillos, los cogollos y los grupitos de poder. Nada más intolerable para las mafias que las asambleas de hombres libres: las sabotean, las infiltran, las evitan, las difaman y las distorsionan. No las nutren, ni las mejoran, ni las defienden y desde su puerta gritan “aquí no hay nadie”, “tu no existes”.
Hay creencias, opiniones, emociones, pensamiento crítico y argumentaciones. Las creencias fueron verdades que cerraron los ojos y perdieron su vitalidad. Los razonamientos libres son frescos, abiertos y renovadores. Por eso puedo creer y nutrir mi creencia en nuevos razonamientos y experiencias, pero también cambiarla. Hanna Arendt decía que confundir los hechos con las opiniones es una agresión a la razón y no existe verdadera libertad de opinión donde ambos se confunden. Pero las opiniones, a diferencia de las argumentaciones, no procuran sostenerse en los hechos. Por eso preguntaba, “¿Está en la esencia  de la verdad el ser impotente y en la esencia misma del poder el ser falaz?”. Hay  una vocación innata del poder hacia la mentira y la manipulación. Y la lucha contra el poder es siempre una lucha de restauración de una verdad.
Esto es lo que ocurre en el uso de la palabra pública para encontrar verdades solidarias. La definición y la redefinición constantes. Puede haber apasionamientos, momentos críticos y desbordamientos pero la asamblea misma ofrece la oportunidad para el recentramiento, la reflexión y el diálogo. Es decir, la reorientación hacia el consenso: de lo individual a lo plural, de lo puramente instintivo a lo racional y espiritual. Afilamos la precisión de las palabras. Y tonificamos el corazón con la cabeza.
Eso es también la Universidad: debate y pensamiento creador. No lugares de instrucción ni rutinarios centros de profesionalización y adiestramiento. Ni centros de obediencia a un poder central. Mucho menos industrias o maquinarias de consolidación de creencias o doctrinas.  Las Universidades son grandes asambleas libres del conocimiento. Y las asambleas, el corazón mismo del espíritu libertario de las universidades. Lugar donde se realiza la mejor de todas las peleas. Claros del bosque: lugares de emancipación. Liza donde el espíritu derriba las grandes sombras del poder abusivo y las del miedo que erróneamente quiere cobijarse en el poder.
                                                                          (Publicado en el diario Tal Cual)


DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DE LA UNEY 2


EL SIGUIENTE, ES UN COMUNICADO PÚBLICO FIRMADO POR UNA GRAN MAYORÍA DE LOS INTEGRANTES DE LA COMUNIDAD UNEYISTA EN EL MES DE MAYO DE 2012 PARA TOMAR POSICION FRENTE A LA POSIBILIDAD DECLARADA POR EL VICEMINISTRO PARA FUSIONAR LA UNEY Y EL IUTY COMO MODO DE SALTARSE EL OBLIGATORIO CUMPLIMIENTO DEL REGLAMENTO VIGENTE QUE CONSAGRA LA AUTONOMIA DE LA UNEY


A LA COLECTIVIDAD YARACUYANA Y AL PAÍS EN GENERAL

Los docentes, el personal administrativo y obrero de la Universidad Nacional Experimental  del Yaracuy (UNEY), ante la hipotética fusión de instituciones de educación universitaria, y ante la preocupante y prolongada situación de ruptura e incoherencia jurídica  en el seno de la UNEY, que hemos heredado desde hace más de cinco años y que ha impedido la constitución del  Consejo Universitario, reunidos en Asamblea General como la fuente más democrática y soberana de legitimidad que tenemos al alcance, hemos decidido  hacer del conocimiento de toda la comunidad yaracuyana y el país en general, los siguientes acuerdos decididos en su seno:

1. Hacer del conocimiento público nuestro firme rechazo a la posibilidad de que, a espaldas de todos, una medida tal pueda fraguarse, a la cual consideramos inaplicable por ser administrativamente inviable y porque atenta contra el principio esencial de autodeterminación y autonomía universitaria consagrada en el artículo 109 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y en el artículo 104 del Reglamento interno de la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy.

2. Hacer llegar nuestra solidaridad y nuestro apoyo al Instituto  Universitario de Tecnología de Yaracuy (IUTY), para la consecución de su transformación en Universidad Politécnica del Yaracuy.

3. Exhortar a la comunidad en general a estar alertas ante los posibles intentos de manipulación mediática de los dos factores que se disputan el control de la universidad para menospreciar otra  corriente plural y mayoritaria que representamos y que desea nuevas alternativas más acordes con los principios democráticos que nos rigen.

4. Hacer un llamado a todos los integrantes de la comunidad uneyista a reafirmar, una vez más, nuestro derecho a la Autonomía Universitaria y al autogobierno legalmente vigente de modo más firme desde el 29 de enero de 2007. Esto hace que sean igualmente inmotivadas las resoluciones que nombraron autoridades en noviembre de 2008, como la que las nombra en septiembre de 2011. Resolvemos, por tanto, continuar adelantando acciones, en el ejercicio de nuestras atribuciones legales, con el fin de elegir los integrantes de nuestro Consejo Universitario y establecer, en el seno de nuestra comunidad, mediante procedimientos estrictamente democráticos, los reglamentos y normas respectivos para la estabilidad vital y el crecimiento de nuestra Universidad como un verdadero espacio de creación cultural, de creación de saberes, de búsqueda de la verdad y de enseñanza de alto nivel para beneficio y desarrollo de nuestros pueblos.
En San Felipe, a los 15 días del mes de mayo de 2012

(SIGUEN FIRMAS EN DEPÓSITO)

DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DE LA UNEY


ALGUNOS PLANTEAMIENTOS A DISCUTIR  EN LA ASAMBLEA: 

LO QUE NO QUEREMOS Y LO QUE NOS PREOCUPA


(Lo que sigue constituye una serie de puntos críticos de reflexión resumidos por el prof. Lázaro Álvarez que se proponían a la primera Asamblea de enero de 2012, nunca discutidos con la suficiencia que se merecían. Peor aún, un gran sector de esta comunidad zombi de hombres y mujeres sin voz, sin conciencia y sin verdadera vocación universitaria,  lógicamente, jamás se dieron por aludidos).


LO QUE NO QUEREMOS:
1. Que se imponga una orientación ideologizadora y políticamente servil de tipo político-partidista a la Universidad, utilizando lemas y eslóganes tergiversadores de sus verdaderas y altas funciones. Nosotros ya somos el pueblo. La universidad no es un botín a repartir por los cogollos partidistas.

2. Que se aparte o se minimice a la Universidad en su papel como actor esencial en la producción y difusión del conocimiento y la cultura. Y se le sustituyan sus funciones por las de otras instituciones sociales distintas.

3. Que se omita, se impida o se mediatice el ejercicio irrenunciable del pensamiento crítico y la propiciación de un espíritu libre ante el conocimiento, “ser y deber ser” de toda Universidad auténtica, para volver al sistema de “premios y castigos” de la fidelidad personal o política.

4. Que se trivialice o se vacíe de contenido el concepto definidor de autonomía  universitaria, haciéndolo algo difuso, impracticable y sujeto, condicionado y atado a las ejecutorias de un “Estado Docente”, cuyo concepto bien entendido sólo puede ser válido para educación primaria o secundaria pero no para el alto nivel cuya función debe ser crear y y transmitir conocimiento con libertad.

5. Que se privilegie, por encima de todo, el impacto social primario de la educación universitaria, reduciéndola, con ese pretexto, a pura “instrucción pública” y a la simple transmisión de destrezas probadas, eliminando o minimizando las  más esenciales de investigación o la realización de tareas creadoras de alto nivel o tareas intelectuales complejas. No a la desintelectualización y trivialización de la Universidad. La universidad no es una escuelita ni un liceo más grandecito ni un “Instituto de Nuevas Profesiones”.

6. Que las autoridades de turno se limiten, a mediano plazo, sólo a cuestiones puramente operacionales y de gestión administrativa básicos y simples (y además de un modo deficiente) y no se entreguen a crear, movilizar, debatir o desarrollar aspectos cruciales de la cultura y el conocimiento esenciales a la Universidad así como a la discusión abierta de la identidad y orientación de la Uney. No a los programas educacionales y postgrados portátiles y tapa amarilla. Sí, a la creación original con talento propio de la Universidad a través de procesos auténticos de crecimiento institucional.

7. Que se vulnere la estabilidad estructural y funcional de la Universidad para subordinarla o continuar subordinándola a grupos de poder externos o para continuar impidiendo o lesionando la profundización de su vida democrática.

LO QUE NOS PREOCUPA:
1. Que no se presente un estado diáfano de los procedimientos administrativos y legales que permitan una recuperación de la Universidad en el cien por ciento de sus funciones, y que represente, también, el retorno, o mejor, el inicio, por fin,  del cumplimiento exacto y verdadero del Reglamento interno.

2. Que aún, a más de cuatro meses de su nombramiento, las nuevas autoridades no hayan llamado a todos los sectores de la comunidad universitaria para discutir y aclarar su situación actual, apelando más bien a la inercia de la cotidianidad que pudiera terminar por  “normalizar” una cierta tradición de irregularidades y arbitrariedades de una crisis cuyos fundamentos no se revelan ni discuten nunca claramente. No existe un documento o un discurso coherente que defina sus perspectivas y su visión de la Universidad, como debe ser  de rigor en una institución como ésta. Podemos suponer que, probablemente, se deba, no porque lo oculten, sino  porque no tengan la capacidad de hacerlo.

3. Que se trivialice o se subestime el trabajo docente, administrativo y, en general, académico, bien hecho, a pesar de todos los errores, en doce años, y no se dé continuidad con dignidad a lo bien heredado. Y que más bien se apueste, malintencionadamente y, para evitar ser comparados con la gestión anterior, a su degradación y deterioro total o a una fusión artificiosa con el IUTY.

4. Que no sepamos a ciencia cierta, con planes y documentos muy concretos, si se reestructurará a la Universidad con el fin de garantizarle el cumplimiento de su reglamento interno, el funcionamiento estructural y un crecimiento institucional hacia una etapa de mayor madurez y hacia la creación de nuevos espacios académicos y de unidades y centros de investigación imprescindibles para tal desarrollo. O sólo con el fin de convertirla en  instrumento de acciones ajenas a su esencia. La Universidad Libre se construye abiertamente y entre todos, no bajo secretas ambiciones ni por cogollos ni grupitos de poder.

TRES PROPUESTAS ANTE LA ANOMIA O CRISIS DE LEGALIDAD DE LA UNIVERSIDAD
1. La creación o recuperación de gremios que, a pesar de sus limitaciones, puedan equilibrar la relación entre los factores de poder internos a la Universidad para garantizar decisiones más democráticas y mayor participación de todos. La Comuney, cuya directiva es elegida a discreción del Rector, es una fundación legamente sometida y genuflexa a la potestad de las autoridades rectorales que no ampara ni defiende a sus miembros frente a las posibles injusticias a que se vean sometidos. Por tanto, se debe crear, según las funciones, competencias e intereses de cada uno,  una asociación de empleados y una asociación de obreros y, en cuanto a los profesores, debemos solicitar a la directiva de la APUNEY que permitan la reconstrucción de  una nueva asociación  con el  sacrificio de su renuncia a la directiva actual y su reestructuración. Esto generará confianza  y permitiría llamar a elecciones en un plazo breve.

2. Que la Asamblea solicite formalmente, con un oficio y nuestras firmas, la intervención del Consejo Nacional de Universidades (y no del Ministerio) en el conflicto y declare, según el artículo 20, ordinal 14 de la Ley de Universidades, a la UNEY en “Proceso de reorganización” y designe sus autoridades interinas mientras se llama a elecciones en plazo de seis meses.


3. En última instancia, que la Asamblea introduzca, como vía más apegada a las leyes y como organismo con competencia de representación de la comunidad,  un Recurso de Amparo en el TSJ donde se declaren ilegales tanto a las autoridades anteriores como a las actuales y se llame a elecciones generales a mediano plazo. 

lunes, 22 de julio de 2013

UNA EDUCACION PARA EL OTRO


(Este es un resumen de una conferencia más extensa hecha para un seminario de postgrado al que fui invitado en julio de 2012 pero cuyos planteamientos fueron sorpresivamente tan irritantes para los organizadores que se evitó toda repercusión en la Universidad y en los medios locales. Ni tan transgresores ni tan originales, quizás lo que estos planteamientos incomodaban sería el haber  chocado inadvertidamente el rasero y la rigidez mental que los dispositivos del  poder y la vida provinciana más disciplinaria en las seudouniversidades imponen para autoperpetuarse)




Lo que he intentado comunicar aquí, en esta conferencia, como “Una educación para el otro” es que  vivimos en una larga crisis de la cultura occidental marcada por grandes eventos históricos que se constituyen en sus propios signos reveladores como, entre otros “síntomas”, el genocidio judío, una de sus más paradigmáticas expresiónes, tal como ya lo decía Theodor Adorno en su famosa conferencia de 1966. Así, la domesticación o la educación humana que realiza esta misma cultura, por sí misma no nos cura, en sus principios básicos,  de la posibilidad de cometer atrocidades. Por lo tanto, tampoco de fracasar en el proyecto humano de realizarnos y, al mismo tiempo, liberarnos. Los campos de exterminio fueron ejemplos del Mal Absoluto, del horror inexplicable, y no son un singular accidente histórico propio de la historia interna de Alemania sino una excrecencia típica de la vocación totalitaria en el seno de la misma cultura occidental cuyos fundamentos están dados en lo que Max Weber llamaba la Razón Instrumental y sus dualismos reduccionistas: malo-bueno, cuerpo-espíritu, etc. Y en el reforzamiento puro de un ego conquistador, autotélico y avasallador de la naturaleza y de los otros. Por ello Adorno afirma que “la primera de todas las exigencias de la educación es que Auschwitz no se repita”.
Esto implica que nuestra relación con el mundo y con los “semejantes”  es la de la imposición de nuestra visión y el dominio del otro, esquema que se repite en todas nuestras relaciones. Y en esta dinámica esencial se reduce, se elimina, se teme o se descalifica a todo lo que representa lo Otro, lo Diferente o lo Extraño. Esta otredad pueden representarla, alternativamente o al mismo tiempo, el judío, lo desconocido, la muerte, los negros (o, circunstancialmente los blancos), las mujeres, los niños, los viejos, los extranjeros  o los homosexuales a quienes se rechazan, se aíslan, se denigran, se matan,  se eliminan, se descalifican porque se les teme, se les odia, se les repudia  o se les excluye, mucho más allá de lo que podemos confesarnos a nosotros mismos y a pesar de los discursos moralizantes que hacemos para camuflarlo. Discursos que, a pesar de todo, ya llevan la semilla del gran Mal, la semilla de Auschwitz. Muy significativo al respecto es que, el mismo coordinador del seminario de postgrado que me invitó a dar esta conferencia, se apresuró a advertir, una vez que terminé de hablar, que “había que tener sumo cuidado con estos planteamientos pues, si somos tan tolerantes con, por ejemplo, la homosexualidad, ¿cómo haríamos después con su fácil propagación?”.
Aquí la frase de Renán de que “Yo, que soy cultivado, no encuentro el mal en mí,…” resulta más que una ingenuidad, a estas alturas en que ha ocurrido lo impensable en medio precisamente del mayor apogeo de la ciencia y la cultura occidental: la educación convencional que recibimos, por más refinada que sea, no impide ni impidió Auschwitz.
Romper con ello es priorizar una relación con  el Otro y es dar prioridad a una relación ética en la educación. Aprender es ya una relación de encuentro  (con lo otro, por supuesto y con lo desconocido). Una educación que no sólo impida otro Auschwitz, sino otros horrores como el enorme catálogo de injusticias y arbitrariedades cometidas en el siglo XX y el XXI, empieza por problematizar esta relación con lo Otro. Por tanto, esta pedagogía no puede ya ser repetitiva, ni centralizada, ni autoritaria, ni cerrada, ni instructiva, ni doctrinaria, ni hegemónica -como entiendo que es la educación actual en Venezuela- sino libre, horizontal, plural, riesgosa, creadora, abierta, incluso llena de dudas y hospitalaria para que pueda ser una verdadera apertura al otro y contribuya de verdad a la transformación y la emancipación auténticas de los hombres y mujeres en nuestro propio tiempo.

jueves, 18 de julio de 2013

LA UNIVERSIDAD CONTRA LA SUMISIÓN




                                                      Lázaro Álvarez      
      Pareciera evidente que la intervención del estado en las Universidades se justificaría sólo si fuese para garantizar aún más la pureza de la autonomía misma. Por ello, la relación de la universidad con el Estado (bajo cualquier gobierno) debe necesariamente ser  tensa e incómoda, así como su propia relación interna entre autonomía, pertinencia social y competencias. Pero nunca ha sido un don concedido generosamente: dicha autonomía le ha costado a la universidad venezolana más de cincuenta años de luchas.
   Y ha sido la lucha de todas las universidades. Desde las primeras, como la de Bologna y la de París, estas instituciones nacieron como centros de saber que, frente al desbordamiento de scholars que querían oír a los más grandes maestros, hubo que autorizar abrir escuelas fuera de los monasterios. Tal es el caso de Pedro Abelardo, cuya libertad y brillantez le ganó fama pero, también la enemistad de la Iglesia. Para Derrida, fue el fundador de la profesión de profesor.  Y para Emile Durkheim su experiencia también es fundadora de la naturaleza esencial de las universidades: “Las corporaciones universitarias de la Edad Media eran agrupaciones privadas comparables a los gremios de oficios; no dependían directamente de los poderes públicos. Esta independencia es igualmente necesaria para las nuevas universidades ya que la ciencia que cultivan y enseñan debe ser libre”.
Igual decía Schelling en sus Lecciones de 1803: “...Ya es harto conocido y aceptado que las Universidades son instrumentos del Estado [...] El Estado está facultado indiscutiblemente a suprimir completamente las universidades o convertirlas en escuelas industriales, u otras similares, pero no puede suprimirlas sin abolir, al mismo tiempo, la vida de las ideas y el movimiento científico más libre”.
   Y en El Conflicto de la Facultades, que escribió Kant en 1794 para resistir a la acometida conservadora luego de la muerte de Federico II, se hace una reseña del desarrollo histórico y necesario del concepto de autonomía, entendida como la construcción de un espacio de libertad para la crítica fundada en la razón. Las Universidades, son, en consecuencia, por su misma naturaleza y su función, espacios autorizados para definir sus propias normas de funcionamiento.
     Para Nietzsche, tampoco la cultura y la inteligencia  deberían subordinarse al Estado. Pues, así el saber se convertiría en un saber burocrático. El mismo Nietzsche, igual que Schopenhauer, se burlaba de la nominación por el estado de sus “pensadores libres”.
En el siglo XIX, John H. Newman definió la Universidad moderna como un lugar para la comunicación y la circulación del pensamiento en un campo extenso de saberes: “…es la comunidad de estudiantes y profesores que se reúnen para pensar”.  Para Jean Paul Sartre: “La Universidad está hecha para hombres capaces de dudar”. Para Robert Hutchins: “…es el espacio recogido para meditar los problemas del mundo”. Y casi en el mismo sentido para Karl Jasper: “…es el recinto sagrado de la razón”.
Condicionado por la crisis política y cultural de la España de comienzos del siglo pasado, la visión de José Ortega y Gasset pareciera más convencional por ser más pragmática y circunstancial: la universidad debe esencialmente combatir la chabacanería del españolito de a pie.
      Pero, en general, la Universitas, para serlo esencialmente, debe ser espacio para la libre búsqueda de la verdad desde cualquier visión del mundo. Posibilidad del pensamiento. Pero también y por lo mismo, espacio para la crítica, la emancipación, el pluralismo, el disenso y la discusión argumentada. Precisamente por ser la casa de la razón y el espacio más propio de producción de conocimiento,  representa la experiencia democrática más radical y su estructura debe ser la de una sociedad de iguales con autogobierno y cogobierno. Si esta función crítica y creadora no es ya una contribución social, entonces lo que se desea es convertir a las Universidades en instituciones de otra naturaleza: oficinas adicionales y autoritarias de gobierno, empresas o institutos de profesionalización en serie que produzcan profesionales como chorizos,  simples centros de adiestramiento ideológico o “liceos más grandes”. Además de que se confundiría su función y su esencia con la de Mercal, el INCEs, las Misiones, los ministerios, los liceos, o los hospitales.
     La universidad siempre ha estado en crisis así como siempre ha de ser crítica. Pero no en el sentido de la crisis de aquellos que gustan pescar en las aguas revueltas. Ni la de quienes atacan la inclinación mercantilista del saber en pro de una más lamentable estatización banalizante y sometedora de la misma. Si  revisamos su historia, en la medida en que encarna el principio más caro de la ilustración y de la civilización occidental, la universidad es, necesariamente, estado de crisis perpetuo de las necesidades del espíritu.  Esta necesidad es crisis porque así es el espacio esencial del pensamiento creador siempre en movimiento y en libertad. Y la verdadera inteligencia es la puesta en duda de las verdades convertidas en dogmas. Ya lo decía Nietzsche, “las verdades están hechas para ser criticadas, no para ser idolatradas”.
     Pierre Bordieu consideraba que las universidades no eran un aparato sino un campo, un espacio de luchas: “Es un espacio de juego, potencialmente abierto, con fronteras dinámicas”. No son espacios homogéneos e inmutables sino lugares donde es esencial el conflicto y  la diferencia para su vitalidad intelectual y moral. Por tanto, nada más lejano del control ideológico y la intolerancia. Esta naturaleza necesariamente libre del espacio del saber es lo que le origina los ataques de los dogmáticos, de los grupos de privilegios, y de los de la chatura intelectual del fanático esquematismo “revolucionario”. En su Universidad sin condición,  Jacques Derrida  va más lejos: “(…) Dicha universidad exige y se le debería reconocer en principio, además de lo que se denomina la libertad académica, una libertad incondicional de cuestionamiento y de proposición, e incluso, más aún si cabe, el derecho de decir públicamente todo lo que exigen una investigación, un saber y un pensamiento de la verdad”.

     Quizá retrocedamos ahora a los tiempos en que, en 1811,  el Gran Rector Luis de Fontanes pedía sumisión a Napoleón: “La universidad no tiene sólo por objeto formar oradores y sabios, antes que todo, ella debe al Emperador sujetos fieles y devotos”. Pero ello, a costa de convertir a la universidad en un “cadáver sin dignidad”. No hay que confundir, por tanto, la transmisión del saber con la “transmisión del poder”. Pues, si bien no se debe permitir la mercantilización del saber, tampoco podemos permitir su degradación y su manipulación. Las universidades libres –o que aspiran a serlo siempre más- son el riesgo que necesariamente todo gobierno verdaderamente democrático tiene que correr.
                                                                             (Publicado en el diario Tal Cual)

martes, 16 de julio de 2013

FUSION Y CONFUSION: NI UNIVERSIDAD BONSAI NI UNIVERSIDAD FRANKENSTEIN


                                                                                                     Lázaro Álvarez



No creemos equivocarnos si en nuestro diagnóstico encontramos tres ejes prioritarios de desarrollo, objeto de nuestra lucha, y ausentes de la UNEY hasta AHORA: 1. democratización de los procesos (respaldada por la instrumentación de consensos surgidos del ejercicio de la democracia directa y, a la vez, de una democracia deliberativa), 2. autonomía  (en la forma  de un ejercicio concreto de cogobierno y autogobierno) en las decisiones internas relativas a nuestra autodeterminación, a la que tenemos derecho legal desde enero de 2007, y 3. legitimación y normativización de todos los procedimientos y formas de ejecución, planificación y control a través de vías administrativas objetivadas en normas y reglamentos para evaluar y tomar decisiones y conducir nuestros conflictos con justicia y equidad. Plantear siempre estos objetivos de manera unitaria y solidaria es lo que va a dar firmeza, coherencia y contundencia a nuestras luchas.
Sabemos mejor que nadie que también es urgente un proceso de reintegración de la comunidad frente a las mermas y la desarticulación de la misma que esta crisis ha producido durante los últimos seis años. Pero esa integración tiene que ir pareja con la conquista de los otros tres ejes ya citados y debe ser, por tanto, una integración horizontal a partir de la cual avanzar juntos. Nótese que digo integración en la diversidad, más allá de la enorme inmadurez en que nos paralizan los resquemores y egocentrismos, no unión utópica y sentimental de todos, que es  cosa muy difícil.
No es un esnobismo a ultranzas ni un misionerismo populista lo que va a construir una universidad moderna. Lo que perdemos de vista cuando no podemos comprender a plenitud un concepto tan vital como el de autonomía es el desarrollo original y más profundo de una experiencia universitaria auténticamente  nueva, viva, libre y creadora. La universidad no es un simple instituto de nuevas profesiones: en todo el mundo hay institutos de educación superior y hay universidades. Si eso no puede ser comprendido, es una lucha vana. Sería trivializar y tergiversar el verdadero sentido de las universidades. Es sobre esto sobre lo cual falta meditar, reflexionar y debatir con mayor propiedad y con mayor profundidad.
Sólo una universidad autónoma y con vida propia, mucho más que en esas instituciones portátiles y prefabricadas con cartón piedra, producidas en serie, vacías e intrumentalizadas para otros fines distintos al saber y la búsqueda de la verdad, puede generar universitarios críticos y creativos quienes, a su vez, y a través de la actividad académica, pueden crecer vigorosamente como personas y como profesionales e investigadores.
El desarrollo con autonomía de sus propias especificidades y fortalezas, es lo que ha permitido, por ejemplo, a otras universidades más conocidas, como a la Universidad de Buenos aires, o de Sao Paulo o a la UNAM, o cualquier otra de Latinoamérica (y cuyos problemas son otros), crecer y establecer convenios según  fortalezas  que sólo el clima de la autonomía les ha hecho posibles para poder establecer relaciones  de par a par con otras universidades del mundo.
UN BELLO BONSAI QUE NUNCA CRECE
¿Qué ventajas tiene ser un  enorme elefante (“una universidad más potente”)   frente a una universidad pequeña que puede ir creciendo según su propia especificidad, es decir, un crecimiento orgánico,  y según pautas propias y nacidas de su misma interioridad? Pero ya no para seguir siendo la pequeña Universidad del florero particular de un grupo que la cultiva como su bonsái preferido, por supuesto, haciéndola crecer a su voluntad con un “amor” asfixiante que no le permitirá crecer  según su vitalidad interna, atrofiando artificialmente sus ramas.
Tampoco puede ser solución convertirnos de golpe y porrazo en una falsa y plástica  Superuniversidad con la unión artificial y forzada de estructuras distintas (y de historias distintas) bajo el pretexto de ahorrar recursos o de justificar un nuevo reglamento, como si se tratara de una cadena de producción en serie de hamburguesas ante la  que, simplemente, se debe calcular su inversión para dosificar gastos. Es de una espectacular simpleza pensar en que la solución es convertirnos en una gran maquinaria de instrucción docente con una enorme estructura burocrática (aumentaría la cadena de jefes, por ejemplo, para resolver un problema de aulas o de jardinería o de compras y algunos de ellos se harían más inaccesibles) especie de Gran Hermano que nos disolvería y, frente a tan grandes estructuras, nos minimizaría más como sujetos humanos protagonistas de un proceso original tan específico de conocimiento y enseñanza, muy distinto al de producir profesionales como chorizos en serie.  La eliminación de toda especificidad elimina también motivaciones naturales para querer superar metas y alcanzar logros más allá del gris objeto de las masas amorfas de las sociedades colectivistas como en la vieja Unión Soviética, que declaró la muerte del individuo y declaró también la muerte de un concepto más concreto y vital de humanidad. Las estructuras burocráticas hipertrofiadas deshumanizan más, distancian más, despersonalizan más sus propios procesos.
CENTRALIZAR Y CONTROLAR
Además, no es igual un Instituto Politécnico o un Instituto Pedagógico o un liceo grande o una Escuela  Normal que una Universidad propiamente dicha. Una cosa son los Institutos de Educación Superior y otra las Universidades verdaderas. Recordemos que la pululación de “universidades” en Venezuela, es decir, la moda de llamar Universitario a todo instituto de enseñanza e instrucción pública que ya no fuera bachillerato, apareció en los años setenta por la ambición de alcanzar cualquier profesor el excelente estatus económico que entonces tenían los profesores universitarios. Su móvil estuvo en las luchas gremiales del momento, quizá, por lo demás, muy justas. Los institutos tecnológicos, los politécnicos y los pedagógicos se convirtieron entonces en “Universitarios” y se exigió equivaler los sueldos y las reivindicaciones laborales de un modo igual para todas las instituciones de educación superior del país. Crear Universidades temáticas nuevas puede ser un acierto, sino una extraña paradoja, para incrementar matrículas al costo de reducir la vocación universal y de libres centros de creación de conocimiento que deben ser siempre las auténticas universidades. Igual puede ser  un acierto unir institutos tecnológicos de idéntica factura para elevarlos a la forma de los Politécnicos. Pero no lo es hacer un rasero y homogeneizar obligatoriamente a todas estas distintas instituciones de investigación, enseñanza y profesionalización como la que representan la UNEY y el IUTY.
¿Quién puede estar seguro de que las asimilaciones que se pretenden corresponden a instituciones similares y que no habría el sacrificio de aspectos que son irrenunciables al espíritu de las verdaderas universidades y a los altos fines que tienen asignados, que no es simplemente producir profesionales como chorizos?
La ventaja que puede tener para el gobierno creo que no pasa más que de construirse un cómodo mecanismo de control político de instituciones todavía irreverentes ante el gran Poder, como siempre lo han sido. Pero, en una gris Universidad Nacional adocenada, uniformizada, oficializada y centralizada, levantada como una enorme maquinaria impersonal, sin rostro humano, no tendría ningún valor la iniciativa individual, la de los individuos reales de carne y hueso. Estos  son quienes verdaderamente crean, se rebelan y construyen no solamente un conocimiento y un país sino también su propia libertad. Pero también allí desaparecería el sentido de las tres grandes reivindicaciones que aspiramos para sentir que ya somos una Universidad con mayoría de edad (en el sentido Kantiano) y que podemos superar en libertad y por nosotros mismos la etapa previa de esta crisis: es decir, las reivindicaciones de Democratización, Autonomía, y Reglamentación de todos los procesos a través de los cuales, no sólo la Universidad se levantaría como una auténtica institución dedicada a las más altas actividades del espíritu y del saber, sino que nos convertiría en sujetos auténticos de esa creación. Si se nos arrebata esta oportunidad, se nos arrebataría, con su pérdida, una de las oportunidades más valiosas para crecer como profesionales, como personas y como hombres y mujeres, como comunidad auténtica, para cuya labor son imprescindibles dichas conquistas, realizadas como conquistas reales en su experiencia de hacernos  más humanos. Y que lo hagamos nosotros democráticamente, a través de asambleas y unidos por encima de nuestras diferencias, siempre será una experiencia irrenunciable.
UN NUEVO FRANKENSTEIN SIN  VIDA: FUSION Y CONFUSION DE LA UNEY
En el 2008 vi un cuadro del Ministerio del poder Popular para la Educación Universitaria en donde, en su relación proporcional entre matrícula y gastos, la UNEY aparecía en segundo lugar después de la Universidad Simón Bolívar. Pero esto no puede justificar por sí solo una transformación tan   drástica para crear ese nuevo y enorme Frankenstein con pedazos de conceptos distintos de instituciones educativas y  de investigación.  No es, por tanto,  sólo un problema de presupuesto y de su mejor distribución y gasto: las muestras estadísticas también suelen ser engañosas. Mucho menos, el modo mas maquiavélico posible de sacarse de encima un Reglamento que, pese a todo, preserva la vocación autonomista de la Universidad. A eso no puede reducirse el problema de la Uney y de las universidades en el país. Los asuntos presupuestarios no pueden conducir a cambiar estructuras que dependen de conceptos distintos o de una naturaleza esencialmente distinta al problema puramente económico.
Bueno sería que, después de muchos años, una vez que la UNEY haya alcanzado las reivindicaciones que le permitan crecer, podamos mirar como una obra propia a  una universidad vigorosa, sólida, libre y verdaderamente autodeterminada, sin ayuda de posesivos tutores ni de cogollos político-partidistas, sino amplia, abierta y autogestionada por sus propios medios intelectuales, por el esfuerzo  de su comunidad y desde dentro de sus propios procesos. Bueno también sería que - una vez también que el IUTY, convertido en Universidad Politécnica, haya alcanzado el nivel de desarrollo que prometen sus potencialidades-, si surgiera la iniciativa de estudiar la posibilidad de la síntesis y la fusión de ambas, podamos valorar el error que esa fusión (y confusión) hubiese significado: matar dos proyectos vivos para armar uno más artificial que crecerá pero nunca florecerá porque nació muerta, como Frankenstein. Entonces me gustaría saber cuáles podrían ser los argumentos: es evidente que se haría más visible la inviabilidad de tal medida.   Entonces se vería mucho más claramente sus diferencias, sus distintas vocaciones y el destino propio que corresponde a cada una para llegar a ser grandes centros productores del pensamiento libre y no simples lugares de adiestramiento ni puros centros de “instrucción”. Serían, no lugares estáticos como ahora, sino espacios vivos de verdadera búsqueda de la verdad y desarrollo del conocimiento para los hijos de esta tierra encantada de Yara y del país entero: una universidad libre, viva, original y profundamente creadora. Y no una Universidad Zombie, media viva y medio muerta a un mismo tiempo.

San Felipe, octubre de 2011.