lunes, 23 de diciembre de 2013

ILUSION Y METAMORFOSIS DE UNA UNIVERSIDAD


En la Uney,  un desorientado Don Quijote ha sido fácilmente descabalgado por Aldonza Lorenzo.
Esta moza labradora, soliviantada, abandonó los oficios del campo no por amor al saber sino al poder. Sus secuaces y sayones avanzan en todas las Universidades. Con el mismo espíritu trasmutador en que amanece  Lucio en Asno y Samsa en Chiripa. Y con la misma arenga del renegado Sinam Bey  concitando al Rey Turco a no favorecer ni escuchar las alabanzas de las artes y las ciencias,y, sobre todo,de las Humanidades, que acobijaron Grecia y Roma: “Roma, cuando desde un surco que no cabía dos celemines de sembradura se creció República inmensa, no gastaba en Doctores ni libros, sino en soldados y astas. Todo fue ímpetu, nada estudio”.

¿Qué cual ALDONZA LORENZO? La otra, la Dulcinea real (la de la atmósfera de lo fácil, la de la  costumbre del camino más corto y el arribo oportunista del pícaro con toga y birrete, la de la llaneza del mediocre sin humildad, la de la  vulgaridad sin el fino espíritu de los hombres sencillos) la Dulcinea de la provincia mental en que vivimos y mentimos, y de la cual, por lo pronto, no salimos.
Ya lo dijo Cervantes mismo de esa primeriza doña Bárbara, que tuvo “la mejor mano para salar puercos que toda otra mujer en toda La Mancha”: 
“—Bien la conozco —dijo Sancho—, y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzado zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante o por andar que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y, aunque estaban de allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo hace mueca y donaire” (I, 25, 283).

Claro está, que, ante los bárbaros que la acicatean y entronizan sobre la grupa de esa mula en el caos, y a quienes no interesa el saber sino sus tres pollinos y su queso de oveja, no debemos dar tregua a la imaginación y contestar siempre: “conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia”.

Porque, en verdad, secretamente sanchopancistas de corazón sensible, también soñamos o pensamos: "Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es fantástica, o no es fantástica; y éstas no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo. Ni yo engendré ni parí a mi señora, puesto que la contemplo como conviene que sea una dama que contenga en sí las partes que puedan hacerla famosa en todas las del mundo…".


Y así la UNEY: moza taimada que pudiera llegara ser  hermosa pero que todavía no existe, para la resignación de estas bellas tierras salvajes del Yaracuy y asiento de un pueblo que ha dado en carnavalesco. Ni tan idealistas ni tan ordinarios pragmatistas. Sin erráticas cabalgaduras, sobre la realidad, de pie, como sobre el suelo duro de la dignidad, pensamos, soñamos y actuamos. Vencidos, pero no convencidos, entre los "hunos" y los "hotros". Ni confundidos por ningún delirio neototalitario ni acobardados por lo que se pueda perder. A no ser, como para el sudoroso convaleciente, el mal sueño de algo que todavía no hemos podido soñar bien.