miércoles, 14 de agosto de 2013

LA ENTRAÑABLE ANTIPATRIA


LÁZARO ÁLVAREZ




Toda nación surge, como todo ego, aparte de otras ficciones aparentemente más gloriosas y sabidas, de aquello que constituye el enfrentamiento y la exclusión, de lo que se construye sobre la exaltación de sí y la negación del otro. Aspiración a una Unidad Superior, lo que nos une es lo que niega a los demás. Y, así, pasamos siglos entre sacrificios, ceremonias y batallas, construyendo nuestras patrias: qué difícil y, al mismo tiempo, simple, o trágico y sublime, patético y ridículo, este asunto de estar unos junto a otros. Este otro aspecto de los nacionalismos, y no sus formas positivas ya excesivamente ponderadas, es lo que creemos necesario de mayor reflexión.
La fascinación fetichista por la identidad, ese “bucle melancólico” que nos afanamos en rizar, no permite distinguir entre conciencia nacional y nacionalismo. La primera, una forma lúcida y saludable de identidad social, pero el segundo implica, según Savater, “un origen traumático y comporta agresividad”, es decir, un frenesí narcisista y un paranoico delirio persecutorio.
Cuando en mi ingenuo segundo año de bachillerato me enfrentaron al sentido de esa contingencia que llamamos patria (esa “hija de la guerra”, para Sánchez Ferlosio), recuerdo no encontrar ninguna definición que me satisficiera, excepto unos años después el iluminador poemita (“Alta traición”) de José Emilio Pacheco. Hice un esfuerzo sobrehumano para dar un concepto en un discursito como vicepresidente de la Sociedad Bolivariana: nada más inauténtica que esa devoción obligada tan parecida a las coacciones de conducta que padece todo adolescente en el seno de su propia pandilla.
Aparte de las gestas y reelaboraciones, hipócritas u honestas, a que se echa mano para eso que también denominamos nuestra autodeterminación, y de su probable necesidad humana, las patrias también nos resultan ambiguas en el modo de sus ritos (“de autosatisfacción”), sobre todo en aquellos decimonónicos, a ratos melancólicos, a ratos pesados, como lo son los himnos. Pues, particularmente patética es la “himnosis” obsesiva a que nos sometemos los venezolanos (mañana, tarde y noche), desde hace tanto tiempo, como si la primordial preocupación por definirnos -de nuestros primeros pensadores- tuviera que ver más con el rígido choque de talones militar o con el obsesivo puritanismo étnico-cultural que se resiste a permitir que caiga, de una vez por todas, la hoja de parra originaria de nuestra identidad. Como si no bastaran los modestos rituales que hace una mínima costumbre y como si, exagerándolos, con este mismo exceso, desconfiáramos secretamente de dicho patriotismo.
Como es sabido, la gran mayoría de las letras de esos cantos mecánicos y resonantes de escuelas, plazas y de estadios, constituyen fórmulas esotéricas e hiperbólicas que nunca comprendemos como el “Oíd, mortales, el grito sagrado!”. Desde los “que perezca mi raza altanera/ cual mi tribu inmortal Jirajara.”, pasando por “Salve! El pueblo que, intrépido y fuerte/ A la guerra a morir se lanzó”, o  el "Mexicanos, al grito de guerra, el acero aprestad y el bridón",  hasta eso de “regar la tierra con la sangre impura”, no sólo presumen de una dudosa calidad literaria sino de una anacrónica exaltación de "el éxtasis de la victoria, el placer del predominio, la ambición de hegemonía, el furor de la autoafirmación".(Sánchez Ferlosio), pretextos comunes a la patria y al impulso de la guerra. A las “marsellesas” altisonantes y belicistas de todos los países que cantan “Deutschland über Alles, über alles in der Welt (Alemania por encima de Todos, por encima de Todos en el Mundo)", prefiero el canto a la naturaleza del himno indio compuesto por Tagore: “Mi Bengala de oro, te amo./… En primavera, oh madre mía/ La fragancia de tus cultivos de mango/ Me hace un salvaje con alegría”.
Hay dos sentimientos espontáneos ante lo humano o lo inauténtico: la solidaridad inmediata o el distanciamiento. Puedo conmoverme hasta el límite de lo cursi con el  llanto imprevisto de un viejo portugués en Óbidos porque reconoció mi voz venezolana en una frontera desconocida y donde no se podía articular palabras. Pero no evitar la sensación de estafa ante las retóricas patrioteras de cualquier parte.
De allí mi rechazo por la estridencia de los himnos militares, los mítines, los cánticos fanáticos y por los patriotismos furibundos que justifican matanzas alzándolas a sublimes gestas de virilidad. Siempre he sentido una nostalgia distinta a la de las hipócritas ceremonias públicas. También mi arraigo es otro, paradójico. El doble exilio de quien no regresa sino siendo siempre inevitablemente otro, extranjero en la tierra, en todos los lugares. Nostalgia que no acaba: la entrañable antipatria es también un amor infinito que se rehace y se renueva siempre. Nunca somos perennemente idénticos. Nunca estamos definitivamente en casa. No existen patrias puras.


Recuerdo una singular frase de Vernant grabada en el puente de Europa que une Estrasburgo y Kehl y que debiéramos nosotros inscribir, también, no sólo en todos nuestros puentes sino en las entradas de todas las ciudades: "Para ser uno mismo hay que proyectarse en lo que nos es extranjero, prolongarse en ello y por ello. Permanecer encerrado en la propia identidad equivale a perderse y a dejar de ser. Nos conocemos y nos construimos gracias al contacto, el intercambio y el comercio con el otro. El hombre es un puente".
                                                                       (Publicado en Tal Cual el 26/08/12)

domingo, 4 de agosto de 2013

CONTRA LA INDIFERENCIA


CARTA ABIERTA A TODOS LOS COMPAÑEROS DE LA UNEY
(el 25 de abril de 2013, ante la posibilidad, por tercera vez desde el septiembre negro de 2011, de sabotear el crecimiento de la Asamblea)
“Lo que ocurre no ocurre tanto porque algunas personas quieren que eso ocurra, sino porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja hacer, deja que se aten los nudos que luego sólo la espada puede cortar, deja promulgar leyes que después sólo la revuelta podrá derogar, dejar subir al poder a los hombres que luego sólo un motín podrá derrocar”.Antonio Gramsci. Odio a los indiferentes.

“Sartre nos enseñó a decirnos: “Sois responsables en tanto que individuos”. Era un mensaje de libertad. La responsabilidad del hombre que no puede confiar ni en un poder ni en un dios. Al contrario, es necesario comprometerse en nombre de LA PROPIA RESPONSABILIDAD COMO PERSONA”. Stephane Hessen, Indignaos!
Estimados colegas profesores y compañeros todos:
La situación de la Uney ha devenido en una situación de crisis general en un grado extremo pero, al mismo tiempo, ha tomado las formas de una rutina que apaga nuestras fuerzas y nuestra pasión para reaccionar correctamente y de un modo que nos devuelva la esperanza de recuperar la dignidad de nuestro trabajo y de nuestra institución. Pero, hacerlo, de verdad, sin embargo, no es un imposible.
Así tenemos que, a la falta de una conciencia y de una cultura universitaria que nos haga más consciente en el uso y defensa de este espacio, se ha sumado además una enorme fractura moral y colectiva (afectiva, quizás) de toda la comunidad, que ha lesionado profundamente nuestra capacidad de reaccionar como un solo bloque frente a toda esta crisis. La falta de compromiso, la apatía, la indolencia, la ceguera y la ignorancia que tienen un origen muy diverso, nos imposibilitan para reaccionar y, a la vez, causan desaliento en el resto de nuestros compañeros. Puede haber quienes, por mezquindad de espíritu, celebren el fracaso de cada intento de levantarnos contra la injusticia y la ilegalidad. Pero también hay quienes nos levantamos una y otra vez y no perdemos la esperanza a pesar de todas las recaídas, lo cual nos ha permitido aprender más de nosotros mismos, reconocer errores (frente a quienes nos adversan como frente a nosotros mismos) y crear una conciencia cada vez mayor de que, a pesar de esos errores (a la vez que reconociéndolos) y del aislamiento en que ocasionalmente nos hayamos visto, estamos construyendo una historia de la Uney que nos restituye nuestra dignidad, por más pequeños que nos veamos ante los poderes que enfrentamos.
Esta recuperación y este crecimiento lento de nuestra conciencia universitaria se ha dado solo gracias a uno de los ejercicios fundamentales de la vida humana de estos días: la práctica de la democracia, cuyo régimen nos enseña esencialmente que cada ciudadano depende de los demás, sean quienes sean los demás, y que somos iguales en dignidad humana. Y la práctica de la democracia se ejerce, del modo más pleno en nuestras universidades, a través de las asambleas  generales. La democracia no es algo que se nos entregue ya dado sino una práctica constante en la cual ella misma se actualiza y se realiza. Necesitamos, por tanto, de una educación permanente de la democracia lo cual conseguimos a través de y en el seno de la asamblea general. El mismo espíritu de las universidades modernas hace que las asambleas constituyan el órgano esencial, en una situación de anomia e ilegalidad como es el caso de la Uney, que puede crear y generar legitimidad, de conformidad con el artículo 70 de la CRBV.
Ello más aún en las Universidades porque las Universidades, en la medida en que su objeto esencial es la búsqueda de la verdad y la creación de conocimiento nuevo, del cual se desprenden los demás, dicha búsqueda sólo es posible en un ambiente de extrema libertad y, al mismo tiempo, de tolerancia de la diversidad y de lo otro. La deliberación y la tolerancia son esenciales, entonces, para  la vida de las universidades. Y esa deliberación nos educa en la palabra pública y en la conciencia del valor que esta misma posee. Por eso decimos que hemos crecido mucho bajo las condiciones de esta misma crisis que ahora padecemos. Pero aún sigue siendo necesaria una continua deliberación que nos lleve a buscar buenas razones para mejores decisiones en el seno de la asamblea que nos reúne con todas nuestras deficiencias y diferencias, y nuestras suficiencias y semejanzas.
No “odio a los indiferentes” porque quizás no es necesario llegar a tanto. Pero nada más en contra del futuro que ese pantano de la apatía en que se inmovilizan, como en una flagrante y escandalosa falta de amor a sí mismos. Necesitamos, por tanto, no una “tolerancia pasiva” falsa, indiferente, estéril, escéptica e irresponsable, que no le importa lo que ocurra en la Uney, sino una tolerancia activa que no se desanima ni renuncia a la búsqueda de un consenso a pesar de todas las diferencias, y para lo cual se necesita temple y valentía. Los problemas de la Uney sólo se resuelven por la vía de la asamblea general. No gracias a grupitos, líneas de partidos o la voluntad de dos genios o de los dueños circunstanciales de su gobierno. Porque esta es la vía más transparente, más sensata y más democrática.

Por tales razones, siendo que estamos en una hora crucial y decisiva para todos sin excepción, invitamos a aquellos profesores, estudiantes y demás miembros de la comunidad uneyista que se autoexcluyen de participar en las asambleas, a reflexionar y a deponer su actitud de extremo individualismo, de indolencia, de desidia, de desaliento  o de resquemor, según sea el caso. Pues, en ello encontramos una falta grave de altura de conciencia para reconocer lo que el momento exige y lo que significa renunciar al derecho de palabra y al ejercicio de la autonomía en el seno de la asamblea general y ceder, así, su espacio a otras voces que influirán en decisiones sobre las cuales podrían luego no estar de acuerdo, perdiendo de igual modo el derecho efectivo a objetarlas con validez moral.

CONTRA EL DESAFUERO Y LA OPACIDAD



(La que sigue es una carta escrita y aprobada en Asamblea de la Comunidad Uneysta exigiendo transparencia y respeto a las decisiones consensuadas y a las vías democráticas de solución de conflictos en el seno de una Universidad libre y autónoma)


San Felipe, 13 de mayo de 2013.
Señores Autoridades Rectorales designadas por el MPPPES.
Universidad Nacional Experimental del Yaracuy.
Su despacho.-
                    
  Estimados Señores:
                                                            Nos dirigimos a ustedes en la oportunidad de hacer de su conocimiento la solicitud discutida en asamblea del lunes 13  mayo de los corrientes, relativa al reconocimiento de los representantes de los sectores elegidos por la comunidad universitaria de la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy, UNEY.
          Ello es que, como ustedes bien saben, en los períodos de septiembre-octubre de 2011, febrero-junio de 2012 y nuevamente reactivadas desde el 13 de febrero hasta la actualidad del presente año,  y siempre por iniciativa de la comunidad, se han venido realizando (hasta ahora ocho en este sólo año) asambleas generales y reuniones con la finalidad urgente de constituir el Consejo Universitario, máxima autoridad de la institución, entre otros asuntos relativos a la crisis que se vive en la UNEY. A consecuencia de ello, el 21 de marzo de 2013 se firmó un acuerdo con ustedes para conminarlos a solicitar formalmente ante el Ministerio respectivo la designación del representante del mismo ante el Consejo Universitario, y organizar mesas de Trabajo para establecer diálogos, entre autoridades y representantes de sectores elegidos, para la instalación del primer Consejo Universitario,  elegido por la Comunidad, con fecha probable entre el 16 y el 19 de abril del presente año.
          Sin embargo, en la reunión de la Segunda Mesa de trabajo, del 10 de abril, los representantes de los sectores, Lic. Nilda Noguera, por los jubilados, Prof. Lázaro Álvarez, por los docentes, Lic. Raudy  Guédez, por los egresados, y el Br.  Alexander Morey, por los estudiantes, les plantearon la aceptación del representante de los Coordinadores para conformar el consejo Universitario cuya petición fue denegada. Del mismo modo, expresaron, por voz del vicerrector, que tampoco aceptaban la representatividad de los demás sectores, específicamente, de los profesores y de los estudiantes, e incluso, que se podía impugnar, bajo el concepto de que no existen elecciones perfectas, la de los jubilados y egresados, pero que era posible, sin embargo, aceptarlos sólo a éstos últimos.
                    Las razones aducidas para no reconocerlos como tal, en  ese momento, fueron argüidas de distinta manera para cada caso pero de un modo muy general en un breve comentario verbal y con cifras que son inexactas o con interpretaciones que difieren, en una primera impresión, de las que manejan las comisiones de la Asamblea General. A pesar de que se les argumentó, a través de la Lic. Noguera y el profesor Álvarez, de la urgencia que se vive, de la ilegalidad de todas las estructuras de gobierno de la UNEY y de la necesidad de avanzar en esto para constituir un Consejo Universitario previo que se limitaría a crear las condiciones jurídicas y administrativas necesarias para volver a convocar a elecciones de dichos representantes, no se pudo llegar a un acuerdo. Al finalizar la reunión, el prof. Lázaro Álvarez, en vista de este inesperado giro de las conversaciones y de la vaguedad y el posible error de las argumentaciones del Vice-rector,  se limitó a exigir que las autoridades consignaran por escrito,  las argumentaciones y las fundamentaciones de sus impugnaciones y del no reconocimiento de estas figuras, así como reiteró la exigencia de que se publicara en la web de la UNEY el Reglamento vigente de nuestra Universidad y cesara, por fin de esta manera, la existencia clandestina de este documento tan esencial.
          A un mes de dicha petición, y ante la ausencia de respuesta a tales solicitudes, en vista de la grave situación por la que atravesamos, nuevamente la Asamblea en pleno conmina a las autoridades a dar respuesta de manera formal, por escrito y con la seriedad y urgencia que amerita la altura de las circunstancias actuales, a nuestra petición de que consignaran dichas argumentaciones con sus fundamentaciones. De no hacerse, no se podría dar respuesta a esta posición ni pueden seguir avanzando las conversaciones, además de que, confirma la sospecha de que dichas autoridades no expresan ni la capacidad ni una voluntad verdadera de solucionar el estado de marasmo  ni la grave fractura legal, administrativa y académica por la que atravesamos, mucho menos a través de la vía más transparente, honesta y democrática que implica la participación real de todos que se quiere expresar con estas asambleas.
Sin más, firmamos abajo en concordancia con lo que aquí expresado,

(Siguen firmas de asistentes de la Asamblea)