domingo, 30 de noviembre de 2014

EL NUDO GORDIANO DE LA UNIVERSIDAD




“Y lo que queremos es precisamente no inclinarnos nunca ante la espada, no dar nunca la razón a la fuerza que no se pone al servicio del espíritu”
                                                                                                                                                         Albert Camus
Después de tres largos años de inanición e indolencia, haciéndole honor, en su sentido más simple, a las esculturas  de los tres monos del santuario de Toshogu (uno que cubre sus oídos, otro sus ojos y otro su boca), ciegos, sordos y mudos, la comunidad de la universidad yaracuyana, donde todavía algunos pocos profesores resistimos, asiste por fin a la consumación final de la infame transformación kafkiana de dicha institución, para que amanezcamos más insectos aún.
Víctimas insomnes del síndrome de la rana hervida, dicha comunidad todavía no sabe que se instaló un Consejo Universitario espurio, cuyos miembros, casi todos, han sido o son empleados del gobernador bajo cuya sombra aparecen en prensa, rojos, siempre en campaña, juramentando milicias estudiantiles o echando paladas de concreto para soluciones habitacionales de algún barrio. Y qué ironía: la albañilería de urgencia puede ser, pero nada más contrario a lo universitario que la fuerza bruta de lo militar.
Este mismo grupo de advenedizos, quizás extraviados de su verdadera vocación, acaba también de aprobar, sin que nadie se entere, un nuevo reglamento electoral que modifica lo estipulado en el Reglamento General de la misma Universidad. Ante la contestación que hemos hecho a semejante arbitrariedad, el redactor del mismo, un generoso abogado enviado por el caballerito que funge de Viceministro, ha respondido a un compañero, que  solucionaría  “dicho nudo gordiano”, según la tradición: de un machetazo. Esta leyenda cuenta que, en la antigua Frigia, quien lograra desatar el nudo sin cabos que ataba un yugo y su lanza al carro, consagrado a Zeus por Gordias, se haría del poder en toda Asia. Llegó Alejandro Magno y sin contemplaciones lo cortó con su espada. La expresión, citada por el asesor jurídico que nos visita, sirve de expresión para una dificultad que no puede resolverse.
Y lo que ha ocurrido es que, habiéndose violado consecutivamente el Reglamento de la UNEY, a estas alturas no hay Consejo Universitario legalmente constituido por consenso de la propia comunidad, como establecen las leyes. Una enorme charlatanería jurídica ha creado una espesa capa de confusiones sobre todo ello y ha impedido que se vea claramente que la Asamblea General, es decir, el soberano, es la fuente primordial de legitimidad  que puede restablecer el orden, a falta de un CNU operativo.
El problema es que la solución ofrecida por Alejandro Magno al problema del nudo, pertenece al espeluznante simplismo de una lógica militar de quien ambicionaba conquistar extensos territorios. Esa lógica expresa la creencia de que da igual el modo en que se solucione. No desatar sino cortar el nudo legal de la Universidad, la casa del espíritu, no será nunca la solución más sabia,  que es como decir de un machetazo, pues, ni hay espadas sabias ni “Alejandro-Magnos” para ello.  Por vía de Camus, sabemos que el tirano Napoleón decía a Fontanes: “¿Sabe usted qué  es lo que más admiro del mundo? La impotencia de la fuerza para fundar nada. Sólo hay dos potencias en el mundo: la espada y el espíritu. A la larga, la espada es siempre vencida por el espíritu”. 
Rara es esta convicción en un hombre de espada como Napoleón. Pero, cierto es que no vivimos en una época en que dicho adagio puede ser confiable: no siempre el espíritu se impone ante la Fuerza. Y es, para mayor contradicción, lo que ha ocurrido en la Universidad. En lo que de ella queda.

CARTA ABIERTA A UN BENEFACTOR DE LA UNEY





-¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.

-¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?

Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.
¿Por qué nuestros dos cónsules y los pretores visten
sus rojas togas, de finos brocados;
y lucen brazaletes de amatistas,
y refulgentes anillos de esmeraldas espléndidas?
¿Por qué ostentan bastones maravillosamente cincelados
en oro y plata, signos de su poder?
Porque hoy llegan los bárbaros;
y todas esas cosas deslumbran a los bárbaros.
¿Por qué no acuden como siempre nuestros ilustres oradores
a brindarnos el chorro feliz de su elocuencia?
Porque hoy llegan los bárbaros
que odian la retórica y los largos discursos.
¿Por qué de pronto esa inquietud
y movimiento? (Cuánta gravedad en los rostros.)
¿Por qué vacía la multitud calles y plazas,
y sombría regresa a sus moradas?
Porque la noche cae y no llegan los bárbaros.
Y gente venida desde la frontera
afirma que ya no hay bárbaros.
¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros?
Quizá ellos fueran una solución después de todo.”
ESPERANDO A LOS BÁRBAROS Konstantino Kavafis




San Felipe 9 de octubre de 2014
Estimado Señor Rosalio Montero:
                             Enterados estamos casi por accidente de su oportuna visita a nuestra Universidad, como asesor jurídico de las autoridades, con la finalidad de desenredar los entuertos jurídicos que padecemos desde hace varios años, hemos querido saludarle y hacerle llegar nuestras reflexiones. Nos presenta, entonces, un Reglamento Electoral que, un espurio Consejo Universitario ya en funciones y desconocido por la comunidad universitaria, pretende aprobar en breve.
 Permítame, entonces, con todo respeto, hacerle algunas acotaciones respecto a dicho reglamento y a las circunstancias que han rodeado esta particular situación de anomia en la Universidad. Estas observaciones están fundamentadas, en primer lugar  en un concepto justo y preciso de la naturaleza de lo que debe ser esencialmente una universidad. Y en segundo lugar, en consideraciones normativas que se desprenden del ordenamiento jurídico venezolano en materia de educación universitaria venezolana. Por razones prácticas empezaremos rápidamente por lo segundo para culminar, y detenernos,  en lo que hemos mencionado primero, con todo lo cual no pretenderemos ser exhaustivos y nos reservaremos una argumentación más extensa para otra ocasión.
-En primer lugar, nos parece una falta notable que en dicho Reglamento se excluya  la elección del Rector, del Vicerrector y el secretario General. Dejando sin lugar lo dispuesto en el artículo 23 del Reglamento Interno, donde se dispone el tiempo de cuatro años por el cual serán elegidas estas autoridades y que, según la Ley de Universidades vigente y el artículo 34 de la Ley Orgánica de Educación, parágrafo 3,  debe hacerse por voto directo y secreto. 
-Así mismo el artículo 9 de este mismo Reglamento electoral quedaría condicionado por la irregularidad de la situación actual de la UNEY, como se explicará más abajo: no hay Consejo Universitario legalmente constituido que pueda avalar este Reglamento ni pueden designar a dicha Comisión electoral, pues la instancia más indicada en las condiciones actuales para decidir ésto es la Asamblea General de la comunidad universitaria.
-El artículo 54 debe redactarse de tal modo que su interpretación no se preste para la anulación indebida y caprichosa de cualquier voto según los intereses de los impugnadores.
-El artículo 71 no se ajusta al actual Reglamento vigente de la UNEY incluyendo representantes del personal obrero y personal administrativo sin que haya procedido una solicitud expresa de los mismos y un procedimiento administrativo apoyado en el mismo artículo 34 de la Ley de Educación. Para hacer modificaciones de dicho Reglamento, primero se debe elegir el Consejo Universitario según el reglamento vigente para que luego dicho Consejo proceda a discutir y realizar los cambios que requiera el mismo reglamento citado.
En cuanto a lo que hemos mencionado primero y hemos dejado para el final, permítame decirle que el objeto esencial de la universidad, según se desprende de las leyes y reglamentos citados, es el de la producción de conocimiento y de su transmisión. Esto quiere decir que los sujetos esenciales de esa finalidad, sin los cuales no hay universidad, son los profesores y los estudiantes, tanto como el sujeto esencial de un empresa minera es el obrero y de un cuartel militar, el soldado y sus superiores. La inclusión del persona obrero y administrativo a formar parte de instancia decisorias en una institución académica o de conocimiento de alto nivel , aparte de parecernos demagógica, debe estar sujeta a esta naturaleza específica de la universidad y sus reivindicaciones laborales deben incidir en otro tipo de instancias organizativas que les hagan justicia, distintas al Consejo Universitario. Si esto no es así, entonces ¿por qué también los obreros y el personal administrativo  no forman parte de un Consejo de Guerra o de  la dirección de un cuartel o de los Consejos Ejecutivos de PDVSA, de cualquier Escuela de Educación Básica o de cualquier Ministerio?  Esto quiere decir, que, si queremos ser verdaderos y justos,  dicho tema debe ser un tema de debate y que está lejos de haber sido resuelto, a pesar de la disposición rápida al respecto que de ello se hace mención en el artículo 34 de la nueva Ley de Educación.
Otra cuestión importante a tomar en cuenta, es la historia del particular embrollo jurídico en que permanece muy a propósito postrada e inmovilizada la Uney.
Lo que ha ocurrido, valga la pena repetirlo, es que, bajo una crisis de legalidad iniciada desde hace más de cinco años (desde antes de 2008 a través de formas típicamente perversas del poder que han venido agravándose hasta hoy: distorsiones, manipulaciones, postergaciones y omisiones), dos resoluciones profundizan en esta situación. La primera (la 3300 en G.O. de noviembre de 2008) dando continuidad a las autoridades anteriores violando el reglamento interno de la Uney, sobre todo, el art 104 de su Reglamento y el art.  20 de la Ley de Universidades), y la segunda (la 1375 del 5 de septiembre de 2011)  destituyendo a las anteriores y nombrando nuevas autoridades súbitamente y de nuevo violando el reglamento interno y la Ley de Universidades vigentes.
Desde entonces, descabezada, sin ideas y sin libre albedrío,  esta Universidad ha funcionado sin Consejo Universitario que, según la ley, haya sido democráticamente elegido por la comunidad, (aparte de la ausencia de otras instancias que debieron haberse elegido también) lo cual es una gravísima irregularidad. Y, paralelamente a esto y, quizás, a causa de ello mismo, se ha testimoniado una merma y una disminución progresiva de la calidad del funcionamiento de la misma en todos sus aspectos hacia un estado de marasmo cada vez más total: en su funcionamiento administrativo, en los servicios, en el desarrollo de actividades académicas y culturales, en la infraestructura, en el desarrollo docente, en la creación artificial de cargos e incorporación ilegal de nuevo personal, etc.
Desde septiembre de 2011 (en 2015 se cumplen cuatro años), circunstancia en la que los profesores y empleados nos reunimos en la sede del CIEPE, hemos afirmado que tanto la resolución 1374 del 1 de septiembre de 2011 (que destituye al Rector Castillo y su equipo) como la anterior 3300 del 11 de noviembre de 2008 (que previamente los había nombrado en una jugada que saca del juego al  Secretario, prof. Ramón Sánchez, véase “Una reflexión necesaria por los diez años de la Uney”, publicado el 02/04/ 2009 por el mismo Sánchez), son inmotivadas e ilegales. Esto es  debido a que ambas van contra el artículo 104 del Reglamento General de la UNEY,  cuyos efectos legales son vigentes desde enero de 1999, no desde 2003, en donde se consagra su derecho a nombrar su propio gobierno desde enero de 2007, para lo cual, las primeras autoridades tenían la obligación de convocar a elecciones en octubre de 2006.
Estas dos resoluciones y el silencio oportunista pactado con el ministro Acuña y luego por la Ministra Córdova, desde 2007, fecha en que se debió convocar a las primeras elecciones, hasta ahora, respecto a nuestro propio Reglamento interno,  ha generado una situación de vacío, incoherencia y excepcionalidad legal que sólo podía ser solucionada apegándose a las formas de la ley más pertinentes y oportunas. Esto es, la Ley de Universidades vigentes que, en su artículo 20, parágrafos 11,12, 13 y sobre todo el 14,  obliga  al CNU, organismo de máxima autoridad en lo relativo a universidades autónomas incluso hasta ahora,   a nombrar Autoridades Interinas, en el caso de ausencia o vacío ya citados,  quienes tendrían por objeto principal convocar a elecciones en un plazo no mayor de seis meses. Dos cosas importantes: primero, son Autoridades Interinas las que nombra el CNU (y no el Ministerio). Y segundo, debería llamar a elecciones en seis meses.
¿Qué quiere decir esto? Evidentemente, que desde 2007 hasta la actualidad no hay, ni hubo entre tanto, Consejo Universitario ni demás autoridades legalmente constituidas, excepto los que la arbitrariedad,  la soberbia y cierta libido dominandis han querido imponer.
Y al respecto ya existe un antecedente jurídico que, aunque no es conclusivo, arroja un poco de luz sobre este asunto y que toda la comunidad de la Uney debería conocer. Esto es, el fallo del TSJ el 13 de marzo de 2012, Exp. Nº 11-1125, sobre el Amparo introducido por un grupo de profesores junto a las autoridades anteriores, del cual fue ponente el magistrado Francisco Antonio Carrasquero.  En el mismo, una de las  magistradas  que salvan su voto ante la ponencia de Carrasquero que consideró la acción inadmisible, la Dra. Luisa Estella Morales, a la sazón Presidenta del TSJ, expresaba de un modo muy claro: “ Pero la resolución 3.300 está en la misma situación legal que la resolución 1374 de septiembre de 2011 e igualmente inmotivada por las mismas razones que se impugna ésta última resolución”. Por tanto, nunca hubo Consejo Universitario legalmente constituido sino un espurio Consejo Ejecutivo, elegido a dedo, usurpando funciones del Consejo Universitario y un manejo discrecional de las leyes y reglamentos.
El medio más idóneo, en las circunstancias actuales, para nosotros es la discusión y participación en la Asamblea general y las comisiones designadas como máxima representación de la comunidad uneyista y como medio más soberanamente democrático con que contamos actualmente, muy contraria al estilo de las decisiones de grupos de fuerza y cogollos de antes y de ahora.  El tomar la Asamblea como medio e instrumento de decisiones democráticas constituye un paso importante en la misma democratización de la UNEY,  aún cuando todavía nos resta mucho por aprender al respecto. Pero es un camino irreversible de crecimiento de la comunidad universitaria que seguirá fortaleciéndose imparablemente frente a todos los obstáculos que pretendan su abortamiento y su fracaso.
La mayor lección que se puede sacar de la decisión de  ese Amparo es que: a) no se puede arrogar nadie aisladamente el derecho arbitrario de representar a esta nueva y libre comunidad universitaria sin su consentimiento; mucho menos proviniendo, como advenedizos, de un  afuera de la misma comunidad. Y   b) La autonomía no es una quimera jurídica que pueda usarse para provecho personal sino un derecho colectivo irrenunciable y expresamente consagrado en nuestras leyes y reglamentos y de cuyo profundo sentido nos hemos ido apropiando todos indeclinablemente. No necesitamos organizaciones externas ni hombres superiores al resto que nos guíen o tutelen nuestras vidas: necesitamos leyes y reglamentos justos, COHERENTES, RAZONADOS Y CONSENSUADOS que garanticen nuestra participación democrática y una conciencia creciente de nuestros derechos y deberes para practicarlos con exactitud. 
Este es el auténtico camino que da sentido a una verdadera revolución humanista que aspira a liberar nuestras conciencias y apuntalar la emancipación del hombre. Los otros caminos no son "revolucionarios": son caminos torcidos. Como usted sabe, pretender "hacer cumplir la ley" no siempre es hacer justicia. La justicia es irreductible al derecho porque siempre rebasará lo que ningún derecho, en sus concreciones y manipulaciones, puede alcanzar a cumplirle. Pero la justicia necesita, para ser efectiva, encarnarse en un derecho aunque no resulte completamente adecuado. Y es de hombres nobles contribuir  con que esa diferencia sea cada vez menor y se favorezca la justicia y la libertad ante todo.
No tengo la menor duda de que, tarde o temprano, como ocurren los avances del espíritu humano, se hará justicia a lo que corresponde a esta situación y quedarán claramente expuestos quienes perpetraron y fueron cómplices de estas  tramoyas y manipulaciones oprobiosas motivados sólo por la ambición y la abyección del pequeño poder. Vencerán pero no convencerán. 
Y habrá Universidad.
Sin más qué agregar por ahora, quedo de Usted,

Muy atentamente,
                                                                         Prof. Lázaro Álvarez

viernes, 18 de abril de 2014

BREVE CRÓNICA DE UNA CRISIS: UNA UNIVERSIDAD DE LOTÓFAGOS (RESUMEN PARA UNIVERSITARIOS DUMMIES)

«Oh Adán: no te he dado ningún puesto fijo, ni una imagen peculiar, ni un empleo determinado. Tendrás y poseerás por tu decisión y elección propia aquel puesto, aquella imagen y aquellas tareas que tú quieras. A los demás les he prescrito una naturaleza regida por ciertas leyes. Te marcarás tu naturaleza según la libertad que te entregué, pues no estás sometido a cauce angosto alguno (...). Tú mismo te has de forjar la forma que prefieras para ti, pues eres el árbitro de tu honor, su modelador y diseñador. Con tu decisión puedes rebajarte hasta igualarte con los brutos, y puedes levantarte hasta las cosas divinas». Pico Della Mirandola: Discurso sobre la dignidad Humana.

Lo que ha ocurrido, valga la pena repetirlo, es que, bajo una crisis de legalidad iniciada desde hace más de cinco años (desde antes de 2008 a través de formas típicamente perversas del poder: distorsiones, manipulaciones, postergaciones y omisiones), dos resoluciones profundizan en esta situación, la primera (la 3300 en G.O. de noviembre de 2008) dando continuidad a las autoridades anteriores violando el reglamento interno de la Uney sobre todo, el art 104), y la segunda (la 1375 del 5 de septiembre de 2011)  destituyendo a las anteriores y nombrando nuevas autoridades súbitamente y de nuevo violando el reglamento interno y la Ley de Universidades vigentes.

Desde entonces, descabezada, sin ideas y sin libre albedrío,  esta Universidad ha funcionado sin Consejo Universitario que, según la ley, haya sido democráticamente elegido por la comunidad, (aparte de la ausencia de otras instancias que debieron haberse elegido también) lo cual es una gravísima irregularidad. Y, paralelamente a esto y, quizás, a causa de ello mismo, se ha testimoniado una merma y una disminución progresiva de la calidad del funcionamiento de la misma en todos sus aspectos hacia un estado de marasmo cada vez más total: en su funcionamiento administrativo, en los servicios, en el desarrollo de actividades académicas y culturales, en la infraestructura, en el desarrollo docente, en la creación artificial de cargos e incorporación ilegal de nuevo personal, etc.

 A partir de allí, se han manifestado algunos signos de inconformidad que han venido creciendo y ganando la adhesión de la gran mayoría de toda la comunidad universitaria. Pero en el transcurso de los dos últimos años, y ante expectativas cada vez más defraudadas de una rectificación, la comunidad universitaria se ha venido organizando y cohesionando cada vez más alrededor de asambleas generales, pidiendo, no cambios ni restitución de nombres de autoridades sino de actitudes, procedimientos y estructuras. Todo lo cual está expresado en la exigencia de tres puntos esenciales: 1. Democratización de todos los procesos. 2. Autonomía universitaria, según la Ley, para decidir sobre sus autoridades. 3. La normativización de todos sus procesos y funcionamientos para evitar los abusos y los desvíos de sus funciones esenciales. Cuando se quiera identificar a quienes se benefician deshonestamente de este desorden estructural, sencillamente comprueben quienes son los que se oponen, ignoran u obstaculizan la realización de estas tres peticiones.
Por iniciativa de la misma gente y de la comunidad (en donde se unieron por igual, distintas posiciones políticas, lo cual demuestra que el origen de la crisis no es político) se ha presionado a las autoridades para que, en primer lugar y antes que todo, se constituya el Consejo Universitario, como vía inicial y obligada para la solución del resto de los problemas habidos, pues, mientras no exista dicho Consejo, queda bloqueada la posibilidad de avanzar en todo su desarrollo, además de que la mayoría de las decisiones son ilegales y se estaría incurriendo en delito de violación de las leyes vigentes, toda vez que el CU es la máxima autoridad de la Universidad y no la Rectora.

Las autoridades, en un nivel puramente verbal, ya han aceptado públicamente la necesidad de que se constituya dicho Consejo pero no proceden de conformidad con ello  y se niegan a aceptar a  los representantes elegidos sin formalizar siquiera de una manera clara y concreta sus objeciones. Esto preocupa mucho a todos en la Uney porque dicha actitud radicaliza y extiende innecesariamente dicha crisis, pues, si bien verbalmente dicen que no se niegan a que se constituya dicho Consejo, la actitud que muestran se presta para desconfiar de esta afirmación.

 Lo decimos porque en más de un año y siete meses, este problema se ha hecho visible por iniciativa de los integrantes de la comunidad, pero las autoridades no han tenido ninguna iniciativa sincera para solucionar esto lo más pronto posible ni dejan ver acciones que demuestren sin dudas un deseo verdadero de solucionarlo.

Son ellos quienes han debido convocar a todas estas elecciones prestando todos los recursos requeridos para constituir estos órganos tan vitales y son ellos quienes han debido acelerar todos los procesos debidos. Pareciera que el hecho de que, sin Consejo Universitario, la mayoría de las decisiones del Consejo Ejecutivo sean ilegales y que violar las leyes constituya delito, no les preocupara en absoluto. Pues están más cómodos sin Consejo Universitario permaneciendo en sus cargos y tomando decisiones, muchas veces triviales, casi siempre ilegales o que no solucionan los problemas principales, de espaldas a la comunidad.

No han mostrado una clara voluntad de solucionar urgentemente este problema, a través de gestos y acciones, que vayan más allá de lo puramente declarativo o de la pura retórica, cuando sólo bastaba buena voluntad, un elemental sentido ético de lo justo y lo legal, una mayor identificación con el destino de la Uney y una mayor capacidad de comprensión de lo que una crisis significa y de cuál ha de ser la actitud más positiva frente a ellas.

El desapego y la falta de identificación con el ser más profundo y esencial de esta universidad, queda también a la vista en el hecho de que a más de un año y siete meses (en abril de 2013), ni desde su llegada como advenedizos a la Uney, dichas autoridades no han tomado posición, ni han profundizado en un contacto más cercano con la comunidad. Ni se han dignado a realizar y hacer un diagnóstico de la situación encontrada, ni han elaborado el más mínimo informe. Ni han expresado bajo ninguna forma, cuál es su concepto de universidad, ni cuáles son sus planes ni qué metas esperaban alcanzar según hayan sido sus aciertos y sus debilidades.

Esto explica el marasmo y la falta de ideas en la Universidad actual y, en lo sucesivo, la falta de horizontes y, más que el deterioro de lo que fue, el olvido absoluto de lo que pudo ser: los falsos universitarios caminan entre los escombros de un jardín como entre ruinas que ignoran de qué son.


(Abril de 2013)

lunes, 23 de diciembre de 2013

ILUSION Y METAMORFOSIS DE UNA UNIVERSIDAD


En la Uney,  un desorientado Don Quijote ha sido fácilmente descabalgado por Aldonza Lorenzo.
Esta moza labradora, soliviantada, abandonó los oficios del campo no por amor al saber sino al poder. Sus secuaces y sayones avanzan en todas las Universidades. Con el mismo espíritu trasmutador en que amanece  Lucio en Asno y Samsa en Chiripa. Y con la misma arenga del renegado Sinam Bey  concitando al Rey Turco a no favorecer ni escuchar las alabanzas de las artes y las ciencias,y, sobre todo,de las Humanidades, que acobijaron Grecia y Roma: “Roma, cuando desde un surco que no cabía dos celemines de sembradura se creció República inmensa, no gastaba en Doctores ni libros, sino en soldados y astas. Todo fue ímpetu, nada estudio”.

¿Qué cual ALDONZA LORENZO? La otra, la Dulcinea real (la de la atmósfera de lo fácil, la de la  costumbre del camino más corto y el arribo oportunista del pícaro con toga y birrete, la de la llaneza del mediocre sin humildad, la de la  vulgaridad sin el fino espíritu de los hombres sencillos) la Dulcinea de la provincia mental en que vivimos y mentimos, y de la cual, por lo pronto, no salimos.
Ya lo dijo Cervantes mismo de esa primeriza doña Bárbara, que tuvo “la mejor mano para salar puercos que toda otra mujer en toda La Mancha”: 
“—Bien la conozco —dijo Sancho—, y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzado zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante o por andar que la tuviere por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y, aunque estaban de allí más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo hace mueca y donaire” (I, 25, 283).

Claro está, que, ante los bárbaros que la acicatean y entronizan sobre la grupa de esa mula en el caos, y a quienes no interesa el saber sino sus tres pollinos y su queso de oveja, no debemos dar tregua a la imaginación y contestar siempre: “conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia”.

Porque, en verdad, secretamente sanchopancistas de corazón sensible, también soñamos o pensamos: "Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es fantástica, o no es fantástica; y éstas no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo. Ni yo engendré ni parí a mi señora, puesto que la contemplo como conviene que sea una dama que contenga en sí las partes que puedan hacerla famosa en todas las del mundo…".


Y así la UNEY: moza taimada que pudiera llegara ser  hermosa pero que todavía no existe, para la resignación de estas bellas tierras salvajes del Yaracuy y asiento de un pueblo que ha dado en carnavalesco. Ni tan idealistas ni tan ordinarios pragmatistas. Sin erráticas cabalgaduras, sobre la realidad, de pie, como sobre el suelo duro de la dignidad, pensamos, soñamos y actuamos. Vencidos, pero no convencidos, entre los "hunos" y los "hotros". Ni confundidos por ningún delirio neototalitario ni acobardados por lo que se pueda perder. A no ser, como para el sudoroso convaleciente, el mal sueño de algo que todavía no hemos podido soñar bien.