lunes, 29 de julio de 2013

PREPARATIVOS PARA LA PELEA

(Elogio de la  universidad como asamblea del pensamiento)

                                                    Lázaro Álvarez
                                                              “Cuanto más grandes sean, más daño se harán al caer”, Bob Fitzsimmons, campeón de peso pesado más ligero que ha existido.

“…contra el poder/ que nunca abraza a los que pueden pensar/ contra el poder que siempre miente/ en nombre de la verdad/ contra el poder que nos convierte en extraños/  contra el poder que debilita y nada da/ que sólo quita/ y deshace lo que está/ contra el poder…”
Canción de Pedro Guerra.


Insólito cómo las diferencias entre creencia y razonamiento, u opinión y argumento,  o emociones e ideas, aparecen confusas en algunos profesores. Insólito aún más cuando opinan sobre categorías que pertenecen a realidades distintas y escamotean instituciones de instrucción pública por Universidades.
Así dicen: “el estudiante es nuestra razón de ser”, como si hablaran de un liceo. O “Asamblea es una reunión y yo sólo atiendo a las de mi coordinador”. O “las universidades se deben al Plan Nacional Simón Bolívar”, afirmaciones absurdas cuando se trata, no de instituciones de educación superior, sino de Universidades, espacios para el conocimiento.
Esta falta de precisión es la que hace que, mientras hablan de la belleza habida en el hecho de que nuestra Constitución defienda la diversidad, o del odio de los otros en seminarios sobre la paz mundial, monten en cólera  cuando alguien se atreve a contrariarlos.
Es hipócrita la creencia de que se respeten las ideas de los demás: se respeta a la persona,  no a las ideas. Si las ideas se reverenciaran como a  ídolos no cambiarían, ni progresarían ni se pudiera ser crítico ante nada, y el suyo sería un reino de sórdido silencio inamovible. Sin embargo, jamás debemos irrespetar la dignidad de nadie por pensar diferente. La dignidad de la persona humana es sagrada. Pero no puede haber mayor distancia entre emociones e ideas, entre cuerpo e intelecto o conciencia de sí y realidad personal, de lo cual todos pecamos un poco, como en el caso aquel de los coléricos: el cisma es abismal. Falta aquí, lucidez, que sólo se recibe en la refriega diaria con los otros y con nosotros mismos. Y falta la precisión que sólo nos la da la reflexión continua.
Así, las definiciones de asamblea. Hay, claro está, asambleas, aquelarres, concilios, cogollos, reuniones y conspiraciones, todas palabras parecidas pero padecidas de maneras distintas. El matiz que las distingue está en la calidad de la experiencia de libertad y autonomía que hayamos tenido la suerte de vivir. Todas estas, definiciones necesarias que nunca terminaríamos de precisar pero, en cuyo curso, nos definimos a nosotros mismos: el lenguaje nos habla.
Y lo más propio de las asambleas es que, en su círculo, el mazo autoritario del jefe se ha desvanecido, aunque todavía, para quien vive con miedo, encuentre su sombra por todos lados, e incluso, la necesite. Por tal razón,  en la UNEY, nunca se había hablado con tanta libertad y menos miedo, como ahora. Es un espacio que se ha conquistado, no que se ha concedido. En el mismo sentido en que Sartre decía que “nunca habíamos sido tan libres como durante la ocupación alemana”. Con él estamos cuando afirma que “el acto revolucionario es el acto libre por excelencia”. Pero de él nos separamos cuando defiende una violencia “purificadora”. Ninguna construirá un hombre nuevo: para Simone Weil, el frío acero de la violencia es tan mortal por la empuñadura como por la punta. Preferimos el razonamiento, el debate, las ideas, cuya casa más natural y elevada es el espacio de las universidades.
Asamblea es, entonces, espacio libre de autorrepresentación de nuestras posibilidades donde se mitiga la sombra autoritaria de la sumisión, la humillación y la enajenación a que nos someten siempre los caciques y pequeños caudillos, los cogollos y los grupitos de poder. Nada más intolerable para las mafias que las asambleas de hombres libres: las sabotean, las infiltran, las evitan, las difaman y las distorsionan. No las nutren, ni las mejoran, ni las defienden y desde su puerta gritan “aquí no hay nadie”, “tu no existes”.
Hay creencias, opiniones, emociones, pensamiento crítico y argumentaciones. Las creencias fueron verdades que cerraron los ojos y perdieron su vitalidad. Los razonamientos libres son frescos, abiertos y renovadores. Por eso puedo creer y nutrir mi creencia en nuevos razonamientos y experiencias, pero también cambiarla. Hanna Arendt decía que confundir los hechos con las opiniones es una agresión a la razón y no existe verdadera libertad de opinión donde ambos se confunden. Pero las opiniones, a diferencia de las argumentaciones, no procuran sostenerse en los hechos. Por eso preguntaba, “¿Está en la esencia  de la verdad el ser impotente y en la esencia misma del poder el ser falaz?”. Hay  una vocación innata del poder hacia la mentira y la manipulación. Y la lucha contra el poder es siempre una lucha de restauración de una verdad.
Esto es lo que ocurre en el uso de la palabra pública para encontrar verdades solidarias. La definición y la redefinición constantes. Puede haber apasionamientos, momentos críticos y desbordamientos pero la asamblea misma ofrece la oportunidad para el recentramiento, la reflexión y el diálogo. Es decir, la reorientación hacia el consenso: de lo individual a lo plural, de lo puramente instintivo a lo racional y espiritual. Afilamos la precisión de las palabras. Y tonificamos el corazón con la cabeza.
Eso es también la Universidad: debate y pensamiento creador. No lugares de instrucción ni rutinarios centros de profesionalización y adiestramiento. Ni centros de obediencia a un poder central. Mucho menos industrias o maquinarias de consolidación de creencias o doctrinas.  Las Universidades son grandes asambleas libres del conocimiento. Y las asambleas, el corazón mismo del espíritu libertario de las universidades. Lugar donde se realiza la mejor de todas las peleas. Claros del bosque: lugares de emancipación. Liza donde el espíritu derriba las grandes sombras del poder abusivo y las del miedo que erróneamente quiere cobijarse en el poder.
                                                                          (Publicado en el diario Tal Cual)


DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DE LA UNEY 2


EL SIGUIENTE, ES UN COMUNICADO PÚBLICO FIRMADO POR UNA GRAN MAYORÍA DE LOS INTEGRANTES DE LA COMUNIDAD UNEYISTA EN EL MES DE MAYO DE 2012 PARA TOMAR POSICION FRENTE A LA POSIBILIDAD DECLARADA POR EL VICEMINISTRO PARA FUSIONAR LA UNEY Y EL IUTY COMO MODO DE SALTARSE EL OBLIGATORIO CUMPLIMIENTO DEL REGLAMENTO VIGENTE QUE CONSAGRA LA AUTONOMIA DE LA UNEY


A LA COLECTIVIDAD YARACUYANA Y AL PAÍS EN GENERAL

Los docentes, el personal administrativo y obrero de la Universidad Nacional Experimental  del Yaracuy (UNEY), ante la hipotética fusión de instituciones de educación universitaria, y ante la preocupante y prolongada situación de ruptura e incoherencia jurídica  en el seno de la UNEY, que hemos heredado desde hace más de cinco años y que ha impedido la constitución del  Consejo Universitario, reunidos en Asamblea General como la fuente más democrática y soberana de legitimidad que tenemos al alcance, hemos decidido  hacer del conocimiento de toda la comunidad yaracuyana y el país en general, los siguientes acuerdos decididos en su seno:

1. Hacer del conocimiento público nuestro firme rechazo a la posibilidad de que, a espaldas de todos, una medida tal pueda fraguarse, a la cual consideramos inaplicable por ser administrativamente inviable y porque atenta contra el principio esencial de autodeterminación y autonomía universitaria consagrada en el artículo 109 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y en el artículo 104 del Reglamento interno de la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy.

2. Hacer llegar nuestra solidaridad y nuestro apoyo al Instituto  Universitario de Tecnología de Yaracuy (IUTY), para la consecución de su transformación en Universidad Politécnica del Yaracuy.

3. Exhortar a la comunidad en general a estar alertas ante los posibles intentos de manipulación mediática de los dos factores que se disputan el control de la universidad para menospreciar otra  corriente plural y mayoritaria que representamos y que desea nuevas alternativas más acordes con los principios democráticos que nos rigen.

4. Hacer un llamado a todos los integrantes de la comunidad uneyista a reafirmar, una vez más, nuestro derecho a la Autonomía Universitaria y al autogobierno legalmente vigente de modo más firme desde el 29 de enero de 2007. Esto hace que sean igualmente inmotivadas las resoluciones que nombraron autoridades en noviembre de 2008, como la que las nombra en septiembre de 2011. Resolvemos, por tanto, continuar adelantando acciones, en el ejercicio de nuestras atribuciones legales, con el fin de elegir los integrantes de nuestro Consejo Universitario y establecer, en el seno de nuestra comunidad, mediante procedimientos estrictamente democráticos, los reglamentos y normas respectivos para la estabilidad vital y el crecimiento de nuestra Universidad como un verdadero espacio de creación cultural, de creación de saberes, de búsqueda de la verdad y de enseñanza de alto nivel para beneficio y desarrollo de nuestros pueblos.
En San Felipe, a los 15 días del mes de mayo de 2012

(SIGUEN FIRMAS EN DEPÓSITO)

DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DE LA UNEY


ALGUNOS PLANTEAMIENTOS A DISCUTIR  EN LA ASAMBLEA: 

LO QUE NO QUEREMOS Y LO QUE NOS PREOCUPA


(Lo que sigue constituye una serie de puntos críticos de reflexión resumidos por el prof. Lázaro Álvarez que se proponían a la primera Asamblea de enero de 2012, nunca discutidos con la suficiencia que se merecían. Peor aún, un gran sector de esta comunidad zombi de hombres y mujeres sin voz, sin conciencia y sin verdadera vocación universitaria,  lógicamente, jamás se dieron por aludidos).


LO QUE NO QUEREMOS:
1. Que se imponga una orientación ideologizadora y políticamente servil de tipo político-partidista a la Universidad, utilizando lemas y eslóganes tergiversadores de sus verdaderas y altas funciones. Nosotros ya somos el pueblo. La universidad no es un botín a repartir por los cogollos partidistas.

2. Que se aparte o se minimice a la Universidad en su papel como actor esencial en la producción y difusión del conocimiento y la cultura. Y se le sustituyan sus funciones por las de otras instituciones sociales distintas.

3. Que se omita, se impida o se mediatice el ejercicio irrenunciable del pensamiento crítico y la propiciación de un espíritu libre ante el conocimiento, “ser y deber ser” de toda Universidad auténtica, para volver al sistema de “premios y castigos” de la fidelidad personal o política.

4. Que se trivialice o se vacíe de contenido el concepto definidor de autonomía  universitaria, haciéndolo algo difuso, impracticable y sujeto, condicionado y atado a las ejecutorias de un “Estado Docente”, cuyo concepto bien entendido sólo puede ser válido para educación primaria o secundaria pero no para el alto nivel cuya función debe ser crear y y transmitir conocimiento con libertad.

5. Que se privilegie, por encima de todo, el impacto social primario de la educación universitaria, reduciéndola, con ese pretexto, a pura “instrucción pública” y a la simple transmisión de destrezas probadas, eliminando o minimizando las  más esenciales de investigación o la realización de tareas creadoras de alto nivel o tareas intelectuales complejas. No a la desintelectualización y trivialización de la Universidad. La universidad no es una escuelita ni un liceo más grandecito ni un “Instituto de Nuevas Profesiones”.

6. Que las autoridades de turno se limiten, a mediano plazo, sólo a cuestiones puramente operacionales y de gestión administrativa básicos y simples (y además de un modo deficiente) y no se entreguen a crear, movilizar, debatir o desarrollar aspectos cruciales de la cultura y el conocimiento esenciales a la Universidad así como a la discusión abierta de la identidad y orientación de la Uney. No a los programas educacionales y postgrados portátiles y tapa amarilla. Sí, a la creación original con talento propio de la Universidad a través de procesos auténticos de crecimiento institucional.

7. Que se vulnere la estabilidad estructural y funcional de la Universidad para subordinarla o continuar subordinándola a grupos de poder externos o para continuar impidiendo o lesionando la profundización de su vida democrática.

LO QUE NOS PREOCUPA:
1. Que no se presente un estado diáfano de los procedimientos administrativos y legales que permitan una recuperación de la Universidad en el cien por ciento de sus funciones, y que represente, también, el retorno, o mejor, el inicio, por fin,  del cumplimiento exacto y verdadero del Reglamento interno.

2. Que aún, a más de cuatro meses de su nombramiento, las nuevas autoridades no hayan llamado a todos los sectores de la comunidad universitaria para discutir y aclarar su situación actual, apelando más bien a la inercia de la cotidianidad que pudiera terminar por  “normalizar” una cierta tradición de irregularidades y arbitrariedades de una crisis cuyos fundamentos no se revelan ni discuten nunca claramente. No existe un documento o un discurso coherente que defina sus perspectivas y su visión de la Universidad, como debe ser  de rigor en una institución como ésta. Podemos suponer que, probablemente, se deba, no porque lo oculten, sino  porque no tengan la capacidad de hacerlo.

3. Que se trivialice o se subestime el trabajo docente, administrativo y, en general, académico, bien hecho, a pesar de todos los errores, en doce años, y no se dé continuidad con dignidad a lo bien heredado. Y que más bien se apueste, malintencionadamente y, para evitar ser comparados con la gestión anterior, a su degradación y deterioro total o a una fusión artificiosa con el IUTY.

4. Que no sepamos a ciencia cierta, con planes y documentos muy concretos, si se reestructurará a la Universidad con el fin de garantizarle el cumplimiento de su reglamento interno, el funcionamiento estructural y un crecimiento institucional hacia una etapa de mayor madurez y hacia la creación de nuevos espacios académicos y de unidades y centros de investigación imprescindibles para tal desarrollo. O sólo con el fin de convertirla en  instrumento de acciones ajenas a su esencia. La Universidad Libre se construye abiertamente y entre todos, no bajo secretas ambiciones ni por cogollos ni grupitos de poder.

TRES PROPUESTAS ANTE LA ANOMIA O CRISIS DE LEGALIDAD DE LA UNIVERSIDAD
1. La creación o recuperación de gremios que, a pesar de sus limitaciones, puedan equilibrar la relación entre los factores de poder internos a la Universidad para garantizar decisiones más democráticas y mayor participación de todos. La Comuney, cuya directiva es elegida a discreción del Rector, es una fundación legamente sometida y genuflexa a la potestad de las autoridades rectorales que no ampara ni defiende a sus miembros frente a las posibles injusticias a que se vean sometidos. Por tanto, se debe crear, según las funciones, competencias e intereses de cada uno,  una asociación de empleados y una asociación de obreros y, en cuanto a los profesores, debemos solicitar a la directiva de la APUNEY que permitan la reconstrucción de  una nueva asociación  con el  sacrificio de su renuncia a la directiva actual y su reestructuración. Esto generará confianza  y permitiría llamar a elecciones en un plazo breve.

2. Que la Asamblea solicite formalmente, con un oficio y nuestras firmas, la intervención del Consejo Nacional de Universidades (y no del Ministerio) en el conflicto y declare, según el artículo 20, ordinal 14 de la Ley de Universidades, a la UNEY en “Proceso de reorganización” y designe sus autoridades interinas mientras se llama a elecciones en plazo de seis meses.


3. En última instancia, que la Asamblea introduzca, como vía más apegada a las leyes y como organismo con competencia de representación de la comunidad,  un Recurso de Amparo en el TSJ donde se declaren ilegales tanto a las autoridades anteriores como a las actuales y se llame a elecciones generales a mediano plazo. 

lunes, 22 de julio de 2013

UNA EDUCACION PARA EL OTRO


(Este es un resumen de una conferencia más extensa hecha para un seminario de postgrado al que fui invitado en julio de 2012 pero cuyos planteamientos fueron sorpresivamente tan irritantes para los organizadores que se evitó toda repercusión en la Universidad y en los medios locales. Ni tan transgresores ni tan originales, quizás lo que estos planteamientos incomodaban sería el haber  chocado inadvertidamente el rasero y la rigidez mental que los dispositivos del  poder y la vida provinciana más disciplinaria en las seudouniversidades imponen para autoperpetuarse)




Lo que he intentado comunicar aquí, en esta conferencia, como “Una educación para el otro” es que  vivimos en una larga crisis de la cultura occidental marcada por grandes eventos históricos que se constituyen en sus propios signos reveladores como, entre otros “síntomas”, el genocidio judío, una de sus más paradigmáticas expresiónes, tal como ya lo decía Theodor Adorno en su famosa conferencia de 1966. Así, la domesticación o la educación humana que realiza esta misma cultura, por sí misma no nos cura, en sus principios básicos,  de la posibilidad de cometer atrocidades. Por lo tanto, tampoco de fracasar en el proyecto humano de realizarnos y, al mismo tiempo, liberarnos. Los campos de exterminio fueron ejemplos del Mal Absoluto, del horror inexplicable, y no son un singular accidente histórico propio de la historia interna de Alemania sino una excrecencia típica de la vocación totalitaria en el seno de la misma cultura occidental cuyos fundamentos están dados en lo que Max Weber llamaba la Razón Instrumental y sus dualismos reduccionistas: malo-bueno, cuerpo-espíritu, etc. Y en el reforzamiento puro de un ego conquistador, autotélico y avasallador de la naturaleza y de los otros. Por ello Adorno afirma que “la primera de todas las exigencias de la educación es que Auschwitz no se repita”.
Esto implica que nuestra relación con el mundo y con los “semejantes”  es la de la imposición de nuestra visión y el dominio del otro, esquema que se repite en todas nuestras relaciones. Y en esta dinámica esencial se reduce, se elimina, se teme o se descalifica a todo lo que representa lo Otro, lo Diferente o lo Extraño. Esta otredad pueden representarla, alternativamente o al mismo tiempo, el judío, lo desconocido, la muerte, los negros (o, circunstancialmente los blancos), las mujeres, los niños, los viejos, los extranjeros  o los homosexuales a quienes se rechazan, se aíslan, se denigran, se matan,  se eliminan, se descalifican porque se les teme, se les odia, se les repudia  o se les excluye, mucho más allá de lo que podemos confesarnos a nosotros mismos y a pesar de los discursos moralizantes que hacemos para camuflarlo. Discursos que, a pesar de todo, ya llevan la semilla del gran Mal, la semilla de Auschwitz. Muy significativo al respecto es que, el mismo coordinador del seminario de postgrado que me invitó a dar esta conferencia, se apresuró a advertir, una vez que terminé de hablar, que “había que tener sumo cuidado con estos planteamientos pues, si somos tan tolerantes con, por ejemplo, la homosexualidad, ¿cómo haríamos después con su fácil propagación?”.
Aquí la frase de Renán de que “Yo, que soy cultivado, no encuentro el mal en mí,…” resulta más que una ingenuidad, a estas alturas en que ha ocurrido lo impensable en medio precisamente del mayor apogeo de la ciencia y la cultura occidental: la educación convencional que recibimos, por más refinada que sea, no impide ni impidió Auschwitz.
Romper con ello es priorizar una relación con  el Otro y es dar prioridad a una relación ética en la educación. Aprender es ya una relación de encuentro  (con lo otro, por supuesto y con lo desconocido). Una educación que no sólo impida otro Auschwitz, sino otros horrores como el enorme catálogo de injusticias y arbitrariedades cometidas en el siglo XX y el XXI, empieza por problematizar esta relación con lo Otro. Por tanto, esta pedagogía no puede ya ser repetitiva, ni centralizada, ni autoritaria, ni cerrada, ni instructiva, ni doctrinaria, ni hegemónica -como entiendo que es la educación actual en Venezuela- sino libre, horizontal, plural, riesgosa, creadora, abierta, incluso llena de dudas y hospitalaria para que pueda ser una verdadera apertura al otro y contribuya de verdad a la transformación y la emancipación auténticas de los hombres y mujeres en nuestro propio tiempo.

jueves, 18 de julio de 2013

LA UNIVERSIDAD CONTRA LA SUMISIÓN




                                                      Lázaro Álvarez      
      Pareciera evidente que la intervención del estado en las Universidades se justificaría sólo si fuese para garantizar aún más la pureza de la autonomía misma. Por ello, la relación de la universidad con el Estado (bajo cualquier gobierno) debe necesariamente ser  tensa e incómoda, así como su propia relación interna entre autonomía, pertinencia social y competencias. Pero nunca ha sido un don concedido generosamente: dicha autonomía le ha costado a la universidad venezolana más de cincuenta años de luchas.
   Y ha sido la lucha de todas las universidades. Desde las primeras, como la de Bologna y la de París, estas instituciones nacieron como centros de saber que, frente al desbordamiento de scholars que querían oír a los más grandes maestros, hubo que autorizar abrir escuelas fuera de los monasterios. Tal es el caso de Pedro Abelardo, cuya libertad y brillantez le ganó fama pero, también la enemistad de la Iglesia. Para Derrida, fue el fundador de la profesión de profesor.  Y para Emile Durkheim su experiencia también es fundadora de la naturaleza esencial de las universidades: “Las corporaciones universitarias de la Edad Media eran agrupaciones privadas comparables a los gremios de oficios; no dependían directamente de los poderes públicos. Esta independencia es igualmente necesaria para las nuevas universidades ya que la ciencia que cultivan y enseñan debe ser libre”.
Igual decía Schelling en sus Lecciones de 1803: “...Ya es harto conocido y aceptado que las Universidades son instrumentos del Estado [...] El Estado está facultado indiscutiblemente a suprimir completamente las universidades o convertirlas en escuelas industriales, u otras similares, pero no puede suprimirlas sin abolir, al mismo tiempo, la vida de las ideas y el movimiento científico más libre”.
   Y en El Conflicto de la Facultades, que escribió Kant en 1794 para resistir a la acometida conservadora luego de la muerte de Federico II, se hace una reseña del desarrollo histórico y necesario del concepto de autonomía, entendida como la construcción de un espacio de libertad para la crítica fundada en la razón. Las Universidades, son, en consecuencia, por su misma naturaleza y su función, espacios autorizados para definir sus propias normas de funcionamiento.
     Para Nietzsche, tampoco la cultura y la inteligencia  deberían subordinarse al Estado. Pues, así el saber se convertiría en un saber burocrático. El mismo Nietzsche, igual que Schopenhauer, se burlaba de la nominación por el estado de sus “pensadores libres”.
En el siglo XIX, John H. Newman definió la Universidad moderna como un lugar para la comunicación y la circulación del pensamiento en un campo extenso de saberes: “…es la comunidad de estudiantes y profesores que se reúnen para pensar”.  Para Jean Paul Sartre: “La Universidad está hecha para hombres capaces de dudar”. Para Robert Hutchins: “…es el espacio recogido para meditar los problemas del mundo”. Y casi en el mismo sentido para Karl Jasper: “…es el recinto sagrado de la razón”.
Condicionado por la crisis política y cultural de la España de comienzos del siglo pasado, la visión de José Ortega y Gasset pareciera más convencional por ser más pragmática y circunstancial: la universidad debe esencialmente combatir la chabacanería del españolito de a pie.
      Pero, en general, la Universitas, para serlo esencialmente, debe ser espacio para la libre búsqueda de la verdad desde cualquier visión del mundo. Posibilidad del pensamiento. Pero también y por lo mismo, espacio para la crítica, la emancipación, el pluralismo, el disenso y la discusión argumentada. Precisamente por ser la casa de la razón y el espacio más propio de producción de conocimiento,  representa la experiencia democrática más radical y su estructura debe ser la de una sociedad de iguales con autogobierno y cogobierno. Si esta función crítica y creadora no es ya una contribución social, entonces lo que se desea es convertir a las Universidades en instituciones de otra naturaleza: oficinas adicionales y autoritarias de gobierno, empresas o institutos de profesionalización en serie que produzcan profesionales como chorizos,  simples centros de adiestramiento ideológico o “liceos más grandes”. Además de que se confundiría su función y su esencia con la de Mercal, el INCEs, las Misiones, los ministerios, los liceos, o los hospitales.
     La universidad siempre ha estado en crisis así como siempre ha de ser crítica. Pero no en el sentido de la crisis de aquellos que gustan pescar en las aguas revueltas. Ni la de quienes atacan la inclinación mercantilista del saber en pro de una más lamentable estatización banalizante y sometedora de la misma. Si  revisamos su historia, en la medida en que encarna el principio más caro de la ilustración y de la civilización occidental, la universidad es, necesariamente, estado de crisis perpetuo de las necesidades del espíritu.  Esta necesidad es crisis porque así es el espacio esencial del pensamiento creador siempre en movimiento y en libertad. Y la verdadera inteligencia es la puesta en duda de las verdades convertidas en dogmas. Ya lo decía Nietzsche, “las verdades están hechas para ser criticadas, no para ser idolatradas”.
     Pierre Bordieu consideraba que las universidades no eran un aparato sino un campo, un espacio de luchas: “Es un espacio de juego, potencialmente abierto, con fronteras dinámicas”. No son espacios homogéneos e inmutables sino lugares donde es esencial el conflicto y  la diferencia para su vitalidad intelectual y moral. Por tanto, nada más lejano del control ideológico y la intolerancia. Esta naturaleza necesariamente libre del espacio del saber es lo que le origina los ataques de los dogmáticos, de los grupos de privilegios, y de los de la chatura intelectual del fanático esquematismo “revolucionario”. En su Universidad sin condición,  Jacques Derrida  va más lejos: “(…) Dicha universidad exige y se le debería reconocer en principio, además de lo que se denomina la libertad académica, una libertad incondicional de cuestionamiento y de proposición, e incluso, más aún si cabe, el derecho de decir públicamente todo lo que exigen una investigación, un saber y un pensamiento de la verdad”.

     Quizá retrocedamos ahora a los tiempos en que, en 1811,  el Gran Rector Luis de Fontanes pedía sumisión a Napoleón: “La universidad no tiene sólo por objeto formar oradores y sabios, antes que todo, ella debe al Emperador sujetos fieles y devotos”. Pero ello, a costa de convertir a la universidad en un “cadáver sin dignidad”. No hay que confundir, por tanto, la transmisión del saber con la “transmisión del poder”. Pues, si bien no se debe permitir la mercantilización del saber, tampoco podemos permitir su degradación y su manipulación. Las universidades libres –o que aspiran a serlo siempre más- son el riesgo que necesariamente todo gobierno verdaderamente democrático tiene que correr.
                                                                             (Publicado en el diario Tal Cual)

martes, 16 de julio de 2013

FUSION Y CONFUSION: NI UNIVERSIDAD BONSAI NI UNIVERSIDAD FRANKENSTEIN


                                                                                                     Lázaro Álvarez



No creemos equivocarnos si en nuestro diagnóstico encontramos tres ejes prioritarios de desarrollo, objeto de nuestra lucha, y ausentes de la UNEY hasta AHORA: 1. democratización de los procesos (respaldada por la instrumentación de consensos surgidos del ejercicio de la democracia directa y, a la vez, de una democracia deliberativa), 2. autonomía  (en la forma  de un ejercicio concreto de cogobierno y autogobierno) en las decisiones internas relativas a nuestra autodeterminación, a la que tenemos derecho legal desde enero de 2007, y 3. legitimación y normativización de todos los procedimientos y formas de ejecución, planificación y control a través de vías administrativas objetivadas en normas y reglamentos para evaluar y tomar decisiones y conducir nuestros conflictos con justicia y equidad. Plantear siempre estos objetivos de manera unitaria y solidaria es lo que va a dar firmeza, coherencia y contundencia a nuestras luchas.
Sabemos mejor que nadie que también es urgente un proceso de reintegración de la comunidad frente a las mermas y la desarticulación de la misma que esta crisis ha producido durante los últimos seis años. Pero esa integración tiene que ir pareja con la conquista de los otros tres ejes ya citados y debe ser, por tanto, una integración horizontal a partir de la cual avanzar juntos. Nótese que digo integración en la diversidad, más allá de la enorme inmadurez en que nos paralizan los resquemores y egocentrismos, no unión utópica y sentimental de todos, que es  cosa muy difícil.
No es un esnobismo a ultranzas ni un misionerismo populista lo que va a construir una universidad moderna. Lo que perdemos de vista cuando no podemos comprender a plenitud un concepto tan vital como el de autonomía es el desarrollo original y más profundo de una experiencia universitaria auténticamente  nueva, viva, libre y creadora. La universidad no es un simple instituto de nuevas profesiones: en todo el mundo hay institutos de educación superior y hay universidades. Si eso no puede ser comprendido, es una lucha vana. Sería trivializar y tergiversar el verdadero sentido de las universidades. Es sobre esto sobre lo cual falta meditar, reflexionar y debatir con mayor propiedad y con mayor profundidad.
Sólo una universidad autónoma y con vida propia, mucho más que en esas instituciones portátiles y prefabricadas con cartón piedra, producidas en serie, vacías e intrumentalizadas para otros fines distintos al saber y la búsqueda de la verdad, puede generar universitarios críticos y creativos quienes, a su vez, y a través de la actividad académica, pueden crecer vigorosamente como personas y como profesionales e investigadores.
El desarrollo con autonomía de sus propias especificidades y fortalezas, es lo que ha permitido, por ejemplo, a otras universidades más conocidas, como a la Universidad de Buenos aires, o de Sao Paulo o a la UNAM, o cualquier otra de Latinoamérica (y cuyos problemas son otros), crecer y establecer convenios según  fortalezas  que sólo el clima de la autonomía les ha hecho posibles para poder establecer relaciones  de par a par con otras universidades del mundo.
UN BELLO BONSAI QUE NUNCA CRECE
¿Qué ventajas tiene ser un  enorme elefante (“una universidad más potente”)   frente a una universidad pequeña que puede ir creciendo según su propia especificidad, es decir, un crecimiento orgánico,  y según pautas propias y nacidas de su misma interioridad? Pero ya no para seguir siendo la pequeña Universidad del florero particular de un grupo que la cultiva como su bonsái preferido, por supuesto, haciéndola crecer a su voluntad con un “amor” asfixiante que no le permitirá crecer  según su vitalidad interna, atrofiando artificialmente sus ramas.
Tampoco puede ser solución convertirnos de golpe y porrazo en una falsa y plástica  Superuniversidad con la unión artificial y forzada de estructuras distintas (y de historias distintas) bajo el pretexto de ahorrar recursos o de justificar un nuevo reglamento, como si se tratara de una cadena de producción en serie de hamburguesas ante la  que, simplemente, se debe calcular su inversión para dosificar gastos. Es de una espectacular simpleza pensar en que la solución es convertirnos en una gran maquinaria de instrucción docente con una enorme estructura burocrática (aumentaría la cadena de jefes, por ejemplo, para resolver un problema de aulas o de jardinería o de compras y algunos de ellos se harían más inaccesibles) especie de Gran Hermano que nos disolvería y, frente a tan grandes estructuras, nos minimizaría más como sujetos humanos protagonistas de un proceso original tan específico de conocimiento y enseñanza, muy distinto al de producir profesionales como chorizos en serie.  La eliminación de toda especificidad elimina también motivaciones naturales para querer superar metas y alcanzar logros más allá del gris objeto de las masas amorfas de las sociedades colectivistas como en la vieja Unión Soviética, que declaró la muerte del individuo y declaró también la muerte de un concepto más concreto y vital de humanidad. Las estructuras burocráticas hipertrofiadas deshumanizan más, distancian más, despersonalizan más sus propios procesos.
CENTRALIZAR Y CONTROLAR
Además, no es igual un Instituto Politécnico o un Instituto Pedagógico o un liceo grande o una Escuela  Normal que una Universidad propiamente dicha. Una cosa son los Institutos de Educación Superior y otra las Universidades verdaderas. Recordemos que la pululación de “universidades” en Venezuela, es decir, la moda de llamar Universitario a todo instituto de enseñanza e instrucción pública que ya no fuera bachillerato, apareció en los años setenta por la ambición de alcanzar cualquier profesor el excelente estatus económico que entonces tenían los profesores universitarios. Su móvil estuvo en las luchas gremiales del momento, quizá, por lo demás, muy justas. Los institutos tecnológicos, los politécnicos y los pedagógicos se convirtieron entonces en “Universitarios” y se exigió equivaler los sueldos y las reivindicaciones laborales de un modo igual para todas las instituciones de educación superior del país. Crear Universidades temáticas nuevas puede ser un acierto, sino una extraña paradoja, para incrementar matrículas al costo de reducir la vocación universal y de libres centros de creación de conocimiento que deben ser siempre las auténticas universidades. Igual puede ser  un acierto unir institutos tecnológicos de idéntica factura para elevarlos a la forma de los Politécnicos. Pero no lo es hacer un rasero y homogeneizar obligatoriamente a todas estas distintas instituciones de investigación, enseñanza y profesionalización como la que representan la UNEY y el IUTY.
¿Quién puede estar seguro de que las asimilaciones que se pretenden corresponden a instituciones similares y que no habría el sacrificio de aspectos que son irrenunciables al espíritu de las verdaderas universidades y a los altos fines que tienen asignados, que no es simplemente producir profesionales como chorizos?
La ventaja que puede tener para el gobierno creo que no pasa más que de construirse un cómodo mecanismo de control político de instituciones todavía irreverentes ante el gran Poder, como siempre lo han sido. Pero, en una gris Universidad Nacional adocenada, uniformizada, oficializada y centralizada, levantada como una enorme maquinaria impersonal, sin rostro humano, no tendría ningún valor la iniciativa individual, la de los individuos reales de carne y hueso. Estos  son quienes verdaderamente crean, se rebelan y construyen no solamente un conocimiento y un país sino también su propia libertad. Pero también allí desaparecería el sentido de las tres grandes reivindicaciones que aspiramos para sentir que ya somos una Universidad con mayoría de edad (en el sentido Kantiano) y que podemos superar en libertad y por nosotros mismos la etapa previa de esta crisis: es decir, las reivindicaciones de Democratización, Autonomía, y Reglamentación de todos los procesos a través de los cuales, no sólo la Universidad se levantaría como una auténtica institución dedicada a las más altas actividades del espíritu y del saber, sino que nos convertiría en sujetos auténticos de esa creación. Si se nos arrebata esta oportunidad, se nos arrebataría, con su pérdida, una de las oportunidades más valiosas para crecer como profesionales, como personas y como hombres y mujeres, como comunidad auténtica, para cuya labor son imprescindibles dichas conquistas, realizadas como conquistas reales en su experiencia de hacernos  más humanos. Y que lo hagamos nosotros democráticamente, a través de asambleas y unidos por encima de nuestras diferencias, siempre será una experiencia irrenunciable.
UN NUEVO FRANKENSTEIN SIN  VIDA: FUSION Y CONFUSION DE LA UNEY
En el 2008 vi un cuadro del Ministerio del poder Popular para la Educación Universitaria en donde, en su relación proporcional entre matrícula y gastos, la UNEY aparecía en segundo lugar después de la Universidad Simón Bolívar. Pero esto no puede justificar por sí solo una transformación tan   drástica para crear ese nuevo y enorme Frankenstein con pedazos de conceptos distintos de instituciones educativas y  de investigación.  No es, por tanto,  sólo un problema de presupuesto y de su mejor distribución y gasto: las muestras estadísticas también suelen ser engañosas. Mucho menos, el modo mas maquiavélico posible de sacarse de encima un Reglamento que, pese a todo, preserva la vocación autonomista de la Universidad. A eso no puede reducirse el problema de la Uney y de las universidades en el país. Los asuntos presupuestarios no pueden conducir a cambiar estructuras que dependen de conceptos distintos o de una naturaleza esencialmente distinta al problema puramente económico.
Bueno sería que, después de muchos años, una vez que la UNEY haya alcanzado las reivindicaciones que le permitan crecer, podamos mirar como una obra propia a  una universidad vigorosa, sólida, libre y verdaderamente autodeterminada, sin ayuda de posesivos tutores ni de cogollos político-partidistas, sino amplia, abierta y autogestionada por sus propios medios intelectuales, por el esfuerzo  de su comunidad y desde dentro de sus propios procesos. Bueno también sería que - una vez también que el IUTY, convertido en Universidad Politécnica, haya alcanzado el nivel de desarrollo que prometen sus potencialidades-, si surgiera la iniciativa de estudiar la posibilidad de la síntesis y la fusión de ambas, podamos valorar el error que esa fusión (y confusión) hubiese significado: matar dos proyectos vivos para armar uno más artificial que crecerá pero nunca florecerá porque nació muerta, como Frankenstein. Entonces me gustaría saber cuáles podrían ser los argumentos: es evidente que se haría más visible la inviabilidad de tal medida.   Entonces se vería mucho más claramente sus diferencias, sus distintas vocaciones y el destino propio que corresponde a cada una para llegar a ser grandes centros productores del pensamiento libre y no simples lugares de adiestramiento ni puros centros de “instrucción”. Serían, no lugares estáticos como ahora, sino espacios vivos de verdadera búsqueda de la verdad y desarrollo del conocimiento para los hijos de esta tierra encantada de Yara y del país entero: una universidad libre, viva, original y profundamente creadora. Y no una Universidad Zombie, media viva y medio muerta a un mismo tiempo.

San Felipe, octubre de 2011.

lunes, 15 de julio de 2013

LA CAJA DE PANDORA



La necesidad de que la Universidad pase a ser tema de un debate público y responsable, y una inevitable exigencia de honestidad y de coherencia con nosotros mismos, nos lleva a reincidir en  el “exabrupto” de mencionar  el tema del vacío legal en el que nos encontramos o, al menos, el de un viciamiento casi general de las decisiones tomadas desde 2007 hasta ahora, que han afectado profundamente la vida de la UNEY. Esta es  la caja de Pandora que a todo mundo parece que le aterroriza destapar y ver en toda su magnitud. Pero hay que hacerlo, lamentablemente. Y, como ocurrió en el mito, a pesar de ese ambiguo regalo del poderoso Zeus para justificar la presencia de fuerzas oscuras en los humanos, sin embargo, siempre nos queda la Esperanza.
 Reincidir en ello, no significa, por supuesto, el burdo deseo de descalificar a nadie en particular sino la necesaria recuperación de la única vía verdadera que cura y sutura el cisma abierto desde hace muchos años: la cruda revisión de los hechos. Entender esto, sin tergiversar sus intenciones, es un acto básico de inteligencia.
Insistimos, entonces, puesto que peor es el silencio, en que, según la lectura del reglamento interno  y de la Ley de Universidades, el equipo de autoridades anteriores, incurrió en irregularidades muy propias o muy cercanas a la Prevaricación desde hace años atrás: la obligación de llamar a elecciones para nombrar autoridades en enero de 2007 fue omitida para conseguir ser ratificadas las mismas autoridades (a excepción del Secretario, ilegalmente sustituido) en un decreto de noviembre de 2008 tan espurio como el nuevo decreto que los desaloja y nombra a las nuevas autoridades en septiembre de 2011. Esas decisiones erróneas y “normalizadas” durante tanto tiempo han conducido a un callejón sin salida: a un estado de anomia y de excepcionalidad, donde incluso dicho nombramiento de las autoridades nuevas resulta jurídicamente impreciso e infundamentado por no ajustado a las mismas leyes vigentes, tomando así, estas nuevas autoridades, decisiones que vuelven a coincidir o a estar cerca de la improvisación, la ambigüedad legal o la prevaricación en su más amplio sentido. 
Situación que, evidentemente, se gesta en años anteriores, durante los cuales la universidad, de no haber sido sometida por la líbido dominandis que  recorre aún hoy sus pasillos como un fantasma (y el uso de métodos insidiosos para permanecer o acceder al poder), pudo -en doce años-  haberse blindado jurídica, administrativa y académicamente para asegurar su autonomía y sus formas democráticas, y para evitar las manipulaciones políticas y las depredaciones de grupos de intereses egoístas de que es y puede ser objeto en su estado de precariedad actual.
 No se trata de que las leyes no tengan fronteras de incertidumbre ni que no existan situaciones no contempladas en ellas, sino que en el Reglamento Interno de la Uney (art 104)  y en  la Ley de Universidades vigentes (art 20, numerales 10 a 16) está muy claro, por más que queramos apartar de allí la vista como de algo que nos asusta, cuáles son los procedimientos cuando se ha incurrido en dichas irregularidades. El principio básico de vivir en la verdad a que todos estamos obligados, pasa necesariamente por cumplir las leyes, sin atajos, sin tropelías y sin insidias. Y pasa -para alcanzar nuestros fines-  por no transigir en aceptar medios indignos por impaciencia o por miedo. Los fines no justifican los medios: “hay medios que no se pueden excusar”.
Pero para no caer, en ese momento de las circunstancias,  en lo que Paul Watzlawik llamaba ultrasoluciones (como las ofrecidas por las partes involucradas en el absurdamente interminable conflicto árabe-israelí),  que siempre conducen a convertir un problema en irresoluble y llevarlo al caos más absoluto, creemos que había que mediar y tratar de mejorar no sólo el contenido de lo que queremos comunicar sino la forma de relación que sostiene ese contenido. Por tanto, propusimos buscar una solución honesta por consenso con la participación de todas las partes involucradas, siempre apegándonos estrictamente a lo que dicten las leyes y reglamentos vigentes, nos guste o no lo que allí diga.
Esto es: que, en la irregularidad en que nos encontramos, nos permitiéramos  que las asambleas de profesores y de demás miembros de la comunidad universitaria (que son, en este caso, el soberano y la fuente más originaria de legitimidad), contribuyan a relegitimar los procesos legales y representativos, a partir de una situación ya dada, y por consensos indudables  e irrecusables y a través de la más absoluta claridad de todas las acciones emprendidas para lograrlo.  Aunque esto incluyera la posibilidad de reconocer a las nuevas autoridades como regulares por cuatro años o como transitorias para reconducir su nombramiento. Pero también implicaba que dichas autoridades reconocieran sin ambigüedades la beligerancia y la legalidad de dichas asambleas y la necesidad, por lo demás muy saludable, de compartir el poder decisorio (y la constitución del Consejo Universitario como máxima autoridad) con los representantes elegidos democráticamente por dichas asambleas. Siempre y en todo caso, para reconducir en corto plazo  a la universidad a la legalidad y a la tranquilidad necesaria. Y, por consiguiente, a recuperar la autonomía y a echar el piso necesario sobre el cual  seguir desarrollándose y seguir creciendo como universidad en una nueva etapa de su historia.
Pero  no fue posible: el hábito del miedo y la sumisión, el insulto y el resentimiento, la suspicacia y la difamación pudieron más que las razones. Las asambleas fueron saboteadas o abandonadas en una muestra escandalosa de desidia, de inmadurez y de falta de conciencia universitaria para caer en lo que habíamos previsto en 2011: la rutina vacía de la docencia, la inercia institucional, la división y el oportunismo. Y, lo más probable, que la genuflexión y la humillación vuelvan a ser métodos de movilización y subsistencia laboral para dar sentido a aquel lema que, según dicen, sostenía la vida del funcionario público en la época de Gómez: “Callemos, vivamos y aprovechemos”.
La caja de Pandora, quizás sea el símbolo de nuestro propio subconsciente y sus contenidos ambiguos, terribles o cautivadores. Pero llegará el momento de conocernos bien a nosotros mismos como comunidad, superando nuestras compulsiones más primarias: el de ver directamente a la Gorgona a los ojos sin paralizarnos. Y el de crecer, a partir de la honesta mirada sobre los que somos y lo que hemos sido.   Y el de reclamar lo que auténticamente debe ser una Universidad Libre. Y el de reivindicar nuestras mejores y más reales posibilidades.

        2 de agosto de 2012

LA ORQUESTA DEL TITANIC: endecha por la Uney.


“Mi patria es una isla/ mi patria es una roca/ mi espíritu es isleño/ como los riscos donde vi la aurora”.(Endecha popular canaria)
“La Orquesta del Titanic no dejó de tocar/ El fox de los ahogados sin consuelo”. Joaquín Sabina.
“En la estrecha cisterna que llamáis "Pensamiento"  los rayos del espíritu se pudren como parvas de paja. Basta de juegos de palabras, de artificios de sintaxis, de malabarismos formales; hay que encontrar -ahora- la gran Ley del corazón, la Ley que no sea una ley, una prisión, sino una guía para el Espíritu perdido en su propio laberinto. Más allá de aquello que la ciencia jamás podrá alcanzar, allí donde los rayos de la razón se quiebran contra las nubes, ese laberinto existe, núcleo en el que convergen todas las fuerzas del ser, las últimas nervaduras del espíritu…Déjennos, pues, señores, tan sólo son usurpadores; ¿con qué derecho pretenden canalizar la inteligencia y extender diplomas al espíritu?...” .(De: Carta a los Rectores de Antonin Artaud).
“Hay que escoger: o descansamos o somos libres”, (Tucídides).
Hoy, en el breve espacio –pero espacio, al fin-  político de la Uney, el estado de derecho prefiere suicidarse creyendo que así se libera mejor de un turbio pasado reciente y aún amenazante. Se olvida que, según el viejo Marx, las repeticiones de la historia se viven primero como tragedia y después como comedia.  Sus actores olvidan también que todo origen es entusiasta y prometedor. Que todo “libertador” o “fundador” no sabe aún qué semilla engendró tan oscuras heridas y si la llevaba en él desde los tiempos míticos de los orígenes o si la lleva en sí,  aún, como un súcubo o un alien de feroz mandíbula babeante, en nuestro largo sueño criogénico. Ni que, aquellos, que hoy prefieren olvidarse vergonzosamente, también fueron gloriosos y liberadores, y adulados en ese tiempo primigenio, antes que el Leviatán, el ogro filantrópico del poder,  empezara a nutrirse de la agridulce soberbia que nos rebosa a todos: algo quedó muy mal fundamentado.
El oportunismo y la ingenuidad se dan la mano aquí por una coincidencia feliz de circunstancias  en la que salió a flote, casi por accidente, la gran vulnerabilidad legal de la Universidad y el hecho lamentable de que quienes la conformamos estamos y estuvimos (y estaremos) a la intemperie y a merced del más fuerte. Y cuando la ley es tan relativa así, y tan maleable, aparece la arbitrariedad del “aquí mando yo” o del cuatribolismo del gomecismo-perejimenismo-leninismo revolucionario, supralegal, sobradote y superior. Triste legado éste, pues, que creímos mejor -y que soñáramos excepcional- donde la prevaricación y el abuso quedaron servidos en bandeja de plata como la tradición más viva en la administración de la Uney.
El escandaloso vacío legal que se revela,  a raíz de la súbita –y a su vez escandalosa- desincorporación y nombramientos del septiembre negro, sorprende a unos, mientras otros aprovechan el turbio momento para pescar, deslizándose subrepticiamente en las oficinas del poder. Otros más, descubriéndose a sí mismos ahora minoritarios y violentos, y sin las caras ropas de la altanería perdida, coléricos y apocalípticos, tardan  en ver su desnudez y su miseria. Por momentos creen que pueden construir palabras y sentidos con la hiel que supuran y no con el soplo ardiente del espíritu. Así, oportunistas, ingenuos y difamadores, se cruzan en el desordenado circo en que montan sus anémicos dramas, que casi dan risa: una risa amarga. Una risa como la de quien sonríe sobre el abismo.
Se trata del Caos, por supuesto, que no tuvo previa o alternativamente un Cosmos. La apresurada glorificación de algo que podía llegar a ser grande. Que se nos vendió así sólo para que, bajo el ritmo de los gritos de venta, nos dejáramos meter gato por liebre. Y que, en un instante también súbito, en la grieta inesperada que se nos abrió en septiembre, tuvimos la posibilidad de salir a la luz de la caverna y decir con palabras más propias a la Universidad: Ser libres. Pero los pasamanos del miedo, la miel agria del rencor, la ignorancia ciega y la rutina de las ambiciones volvieron por sus fueros. Pero, mucho antes de tiempo, ya teníamos la galería de héroes agasajados con los nichos prevenidos para los nuevos: algo fue mal fundado. Una estatuaria de bustos, ecuestres y oferentes,  sustituye rápidamente a otra, sobre los mismos pedestales y nuevas placas de conmemoración sobre los mismos sitios. Y así, nunca terminamos de llegar ni llega ningún agrimensor al  kafkiano Castillo, permanentemente lejos e incompleto, permanentemente en un sitio que no es suyo. Nuevas crónicas de la infamia son seguidas por falsas crónicas de la dignidad y nacen nuevos lacayos y amanuenses. El carapacho de una Universidad levantada con bloques baratos sigue sirviendo para justificar el uso de una pintura nueva y pone a resguardo todos los botines.
Y, en el breve tiempo en que siempre seguiremos ausentes o dormidos, lo que oímos como sirenas no son los ecos de la melodía deliciosa del son cubano ni los sonidos del cuatrico de denuncia social en que se glorificaba una Uney que no era, sino los acordes monótonos de la vieja  orquesta que sigue en sus rutinas mientras el barco hace aguas.

(PUBLICADO EN EL DIARIO TAL CUAL EL 10 DE NOVIEMBRE DE 2012)


A LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA (N° 1)



(Este texto fue escrito en octubre de 2011 como respuesta a una visita de autoridades del Ministerio de Educación Superior para reunirse sólo con un sector de los Estudiantes en ocasión de las protesta por cambio ilegal de autoridades)
“Universidad Crítica” hace del conocimiento de la comunidad universitaria de la UNEY nuestro desacuerdo con la forzada paralización de clases puesto que el trabajo de la creación de una conciencia universitaria, que nunca fue alentada debidamente, se hace en una universidad activa y ello constituye una de nuestras estrategias principales. Celebramos, al mismo tiempo, su reactivación inmediata, que nos permita, entre otras cosas, el libre juego de las ideas y el fortalecimiento de un movimiento estudiantil lúcido, plural e independiente y no sometido a ningún factor único de poder, así como de la realización de actividades creativas que contribuyan con ello.
Deploramos, también, que las autoridades del Ministerio realicen reuniones con algunos sectores de la comunidad sin convocar a otros grupos, movimientos o sectores que hacemos vida en común en esta misma comunidad. En la pluralidad de las opciones se basa la autonomía y la democracia.
Convocamos, igualmente, a toda la comunidad universitaria a reunirse en grupos, corrientes o movimientos nuevos que fortalezcan el libre intercambio de opiniones sin miedos ni complejos  y que contribuyan a un gran debate abierto sobre la universidad y su futuro con mejores argumentaciones que las que hemos oído y que siempre serán más poderosa y eficaces que las  prematuras y violentas acciones de choque. La violencia siempre es mala porque, viola, incluso, la humanidad de quien la ejerce. Desacreditamos la violencia y rehabilitamos el conflicto puesto que todo conflicto nos ayuda a tomar conciencia de la realidad. Debemos vivir el conflicto y transformarlo en una relación más justa con los demás. Y esto sólo es posible a través de una no-violencia activa. Este será un proceso largo que, por lo mismo, exige un esfuerzo y una participación mayoritaria para el bien y para el mejoramiento de la Universidad lo antes posible.

Consideramos, también, que, si no el más deseable,  éste es el escenario propicio para que pueda debatirse la mejora de aspectos académicos, curriculares, administrativos, presupuestarios, relacionados con nueva sede, y fundamentalmente sobre la recuperación y la profundización de nuestro derecho legal desde 2007 a una mayor autodeterminación. Uno de nuestras metas es la realización de elecciones libres a corto o mediano plazo. Así mismo, el escenario  es propicio para una evaluación, sin el más mínimo ánimo revanchista, de lo que hasta ahora ha sido la universidad. Debemos por tanto sumar voluntades para empezar a trabajar por un proyecto no personalista ni partidista ni sectario sino amplio, democrático y más comunitario, al cual, más que veneración sumisa, debemos una actitud crítica, así como nuestra solidaridad para defender, precisar y radicalizar la vocación libertaria de muchas de sus propuestas iniciales frente a cualquier  gesto de desnaturalización que pueda haber de parte de los poderes foráneos.

UNIVERSIDAD Y LIBERTAD

En vista de la urgencia del tema universitario en la Venezuela de estos mismos días, hemos creído urgente, aplazar nuestras pasiones literarias y dar cabida, prioritariamente, a una serie de reflexiones cuyo objeto final es, sencillamente, estimular un debate de altura sobre el destino de nuestras universidades y, en particular, de la UNEY.
 Uno de los aspectos más preocupantes es, precisamente, la ausencia casi absoluta de reflexión  que vaya más allá de los lugares comunes y de la simpleza del eslogan político con los cuales se quieren escamotear las verdaderas ideas. Las universidades, como espacios por excelencia para el conocimiento y las ideas, se ven cada vez más amenazadas de ser reducidas a no más que una caja de resonancia vacía para el eco uniforme de las ambiciones del poder.
Las universidades serán espacios para el pensamiento y el espíritu sólo en la medida en que son auténticos espacios para la libertad. No por puro afán retórico, se ha dicho que la libertad no se recibe de discursos de líderes, ni de gurúes, ni de simples libros ni se adquiere en el mercado. La libertad es el resultado de la acción más pura de la inteligencia. En algunos de los trabajos que siguen es probable que, aquí y allá, algún concepto o alguna reflexión, sumada a otras también dispersa en estos textos, puedan contribuir para crearnos una idea más profunda y valedera de lo que debería ser la universidad.

viernes, 12 de julio de 2013

PUERTAS AL CAMPO

Nada más libre, y paradójico, que el espacio donde quiere nacer el pensamiento. Nada más vacío que allí donde auténticamente aparece –y desaparece-. Y nunca nosotros sino ellos, los pensamientos, solos por sí mismos. Más asombrosos aún en la intemperie, en la larga intemperie que padecemos. En esa ausencia dolorosa del pensamiento mismo que solo podemos alcanzar si sabemos abandonarnos a ella.

Ausencia insignificante y miserable que ni siquiera la miramos, ocupados como andamos en nuestros negocios. Esa ausencia paradójica: la ausencia del ejercicio vital de pensar entre nosotros, molesto ejercicio de deshabituación y renovación. Para todos, amigos, figuras públicas, intelectuales, profesionales, etc., pensar no es más que repetir ideas ya hechas pero de poco uso, “prolongar rutinas adquiridas”, volver escasamente sobre lo mal aprendido en una conversación que surge incómodamente entre las rutinas de la vida consagrada a “calcular gastos y beneficios”, a la búsqueda de pequeños placeres y de un poco de confort. No es nunca la necesidad de atreverse a ir por el camino que nos somete a rupturas, que nos priva momentáneamente de seguridades habituales, que nos suspende, nos reta, nos amenaza, nos mueve y nos conmueve. Sendas peligrosas. La árida necesidad de dar, o intentarlo al menos, formas y órdenes nuevos a lo acostumbrado o a lo no conocido. Como perseguir “piélagos íntimos”. Necesidad tan esencial e irrenunciable que no podemos postergarla ni entregársela a “otros”. Nada por tanto, más paradójico que esto, afán irrenunciable: poner puertas al campo.