«Oh Adán: no te he dado ningún puesto
fijo, ni una imagen peculiar, ni un empleo determinado. Tendrás y poseerás por
tu decisión y elección propia aquel puesto, aquella imagen y aquellas tareas
que tú quieras. A los demás les he prescrito una naturaleza regida por ciertas
leyes. Te marcarás tu naturaleza según la libertad que te entregué, pues no
estás sometido a cauce angosto alguno (...). Tú mismo te has de forjar la forma
que prefieras para ti, pues eres el árbitro de tu honor, su modelador y
diseñador. Con tu decisión puedes rebajarte hasta igualarte con los brutos, y
puedes levantarte hasta las cosas divinas». Pico Della Mirandola: Discurso sobre la dignidad Humana.
Lo que
ha ocurrido, valga la pena repetirlo, es que, bajo una crisis de legalidad
iniciada desde hace más de cinco años (desde antes de 2008 a través de formas típicamente
perversas del poder: distorsiones, manipulaciones, postergaciones y omisiones),
dos resoluciones profundizan en esta situación, la primera (la 3300 en G.O. de
noviembre de 2008) dando continuidad a las autoridades anteriores violando el
reglamento interno de la Uney sobre todo, el art 104), y la segunda (la 1375
del 5 de septiembre de 2011)
destituyendo a las anteriores y nombrando nuevas autoridades súbitamente
y de nuevo violando el reglamento interno y la Ley de Universidades vigentes.
Desde
entonces, descabezada, sin ideas y sin libre albedrío, esta Universidad ha funcionado sin Consejo
Universitario que, según la ley, haya sido democráticamente elegido por la
comunidad, (aparte de la ausencia de otras instancias que debieron haberse
elegido también) lo cual es una gravísima irregularidad. Y, paralelamente a
esto y, quizás, a causa de ello mismo, se ha testimoniado una merma y una
disminución progresiva de la calidad del funcionamiento de la misma en todos
sus aspectos hacia un estado de marasmo cada vez más total: en su
funcionamiento administrativo, en los servicios, en el desarrollo de
actividades académicas y culturales, en la infraestructura, en el desarrollo
docente, en la creación artificial de cargos e incorporación ilegal de nuevo
personal, etc.
A partir de allí, se han manifestado algunos
signos de inconformidad que han venido creciendo y ganando la adhesión de la
gran mayoría de toda la comunidad universitaria. Pero en el transcurso de los
dos últimos años, y ante expectativas cada vez más defraudadas de una
rectificación, la comunidad universitaria se ha venido organizando y
cohesionando cada vez más alrededor de asambleas generales, pidiendo, no
cambios ni restitución de nombres de autoridades sino de actitudes, procedimientos y
estructuras. Todo lo cual está expresado en la exigencia de tres puntos
esenciales: 1. Democratización de todos
los procesos. 2. Autonomía
universitaria, según la Ley, para decidir sobre sus autoridades. 3. La normativización de todos sus procesos
y funcionamientos para evitar los abusos y los desvíos de sus funciones
esenciales. Cuando se quiera identificar a quienes se benefician deshonestamente
de este desorden estructural, sencillamente comprueben quienes son los que se
oponen, ignoran u obstaculizan la realización de estas tres peticiones.
Por
iniciativa de la misma gente y de la comunidad (en donde se unieron por igual,
distintas posiciones políticas, lo cual demuestra que el origen de la crisis no
es político) se ha presionado a las autoridades para que, en primer lugar y
antes que todo, se constituya el Consejo Universitario, como vía inicial y
obligada para la solución del resto de los problemas habidos, pues, mientras no
exista dicho Consejo, queda bloqueada la posibilidad de avanzar en todo su
desarrollo, además de que la mayoría de las decisiones son ilegales y se
estaría incurriendo en delito de violación de las leyes vigentes, toda vez que
el CU es la máxima autoridad de la Universidad y no la Rectora.
Las
autoridades, en un nivel puramente verbal, ya han aceptado públicamente la necesidad de que se
constituya dicho Consejo pero no proceden de conformidad con ello y se niegan a aceptar a los representantes elegidos sin formalizar
siquiera de una manera clara y concreta sus objeciones. Esto preocupa mucho a
todos en la Uney porque dicha actitud radicaliza y extiende innecesariamente
dicha crisis, pues, si bien verbalmente dicen que no se niegan a que se
constituya dicho Consejo, la actitud que muestran se presta para desconfiar de
esta afirmación.
Lo decimos porque en más de un año y siete meses,
este problema se ha hecho visible por iniciativa de los integrantes de la
comunidad, pero las autoridades no han tenido ninguna iniciativa sincera para
solucionar esto lo más pronto posible ni dejan ver acciones que demuestren sin
dudas un deseo verdadero de solucionarlo.
Son
ellos quienes han debido convocar a todas estas elecciones prestando todos los
recursos requeridos para constituir estos órganos tan vitales y son ellos
quienes han debido acelerar todos los procesos debidos. Pareciera que el hecho
de que, sin Consejo Universitario, la mayoría de las decisiones del Consejo
Ejecutivo sean ilegales y que violar las leyes constituya delito, no les
preocupara en absoluto. Pues están más cómodos sin Consejo Universitario
permaneciendo en sus cargos y tomando decisiones, muchas veces triviales, casi
siempre ilegales o que no solucionan los problemas principales, de espaldas a
la comunidad.
No han
mostrado una clara voluntad de solucionar urgentemente este problema, a través
de gestos y acciones, que vayan más allá de lo puramente declarativo o de la
pura retórica, cuando sólo bastaba buena voluntad, un elemental sentido ético
de lo justo y lo legal, una mayor identificación con el destino de la Uney y una
mayor capacidad de comprensión de lo que una crisis significa y de cuál ha de
ser la actitud más positiva frente a ellas.
El
desapego y la falta de identificación con el ser más profundo y esencial de
esta universidad, queda también a la vista en el hecho de que a más de un año y
siete meses (en abril de 2013), ni desde su llegada como
advenedizos a la Uney, dichas autoridades no
han tomado posición, ni han profundizado en un contacto más cercano con la
comunidad. Ni se han dignado a realizar y hacer un diagnóstico de la situación
encontrada, ni han elaborado el más mínimo informe. Ni han expresado bajo
ninguna forma, cuál es su concepto de universidad, ni cuáles son sus planes ni
qué metas esperaban alcanzar según hayan sido sus aciertos y sus debilidades.
Esto
explica el marasmo y la falta de ideas en la Universidad actual y, en lo
sucesivo, la falta de horizontes y, más que el deterioro de lo que fue, el
olvido absoluto de lo que pudo ser: los falsos universitarios caminan entre los
escombros de un jardín como entre ruinas que ignoran de qué son.
(Abril de 2013)
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