domingo, 30 de noviembre de 2014

EL NUDO GORDIANO DE LA UNIVERSIDAD




“Y lo que queremos es precisamente no inclinarnos nunca ante la espada, no dar nunca la razón a la fuerza que no se pone al servicio del espíritu”
                                                                                                                                                         Albert Camus
Después de tres largos años de inanición e indolencia, haciéndole honor, en su sentido más simple, a las esculturas  de los tres monos del santuario de Toshogu (uno que cubre sus oídos, otro sus ojos y otro su boca), ciegos, sordos y mudos, la comunidad de la universidad yaracuyana, donde todavía algunos pocos profesores resistimos, asiste por fin a la consumación final de la infame transformación kafkiana de dicha institución, para que amanezcamos más insectos aún.
Víctimas insomnes del síndrome de la rana hervida, dicha comunidad todavía no sabe que se instaló un Consejo Universitario espurio, cuyos miembros, casi todos, han sido o son empleados del gobernador bajo cuya sombra aparecen en prensa, rojos, siempre en campaña, juramentando milicias estudiantiles o echando paladas de concreto para soluciones habitacionales de algún barrio. Y qué ironía: la albañilería de urgencia puede ser, pero nada más contrario a lo universitario que la fuerza bruta de lo militar.
Este mismo grupo de advenedizos, quizás extraviados de su verdadera vocación, acaba también de aprobar, sin que nadie se entere, un nuevo reglamento electoral que modifica lo estipulado en el Reglamento General de la misma Universidad. Ante la contestación que hemos hecho a semejante arbitrariedad, el redactor del mismo, un generoso abogado enviado por el caballerito que funge de Viceministro, ha respondido a un compañero, que  solucionaría  “dicho nudo gordiano”, según la tradición: de un machetazo. Esta leyenda cuenta que, en la antigua Frigia, quien lograra desatar el nudo sin cabos que ataba un yugo y su lanza al carro, consagrado a Zeus por Gordias, se haría del poder en toda Asia. Llegó Alejandro Magno y sin contemplaciones lo cortó con su espada. La expresión, citada por el asesor jurídico que nos visita, sirve de expresión para una dificultad que no puede resolverse.
Y lo que ha ocurrido es que, habiéndose violado consecutivamente el Reglamento de la UNEY, a estas alturas no hay Consejo Universitario legalmente constituido por consenso de la propia comunidad, como establecen las leyes. Una enorme charlatanería jurídica ha creado una espesa capa de confusiones sobre todo ello y ha impedido que se vea claramente que la Asamblea General, es decir, el soberano, es la fuente primordial de legitimidad  que puede restablecer el orden, a falta de un CNU operativo.
El problema es que la solución ofrecida por Alejandro Magno al problema del nudo, pertenece al espeluznante simplismo de una lógica militar de quien ambicionaba conquistar extensos territorios. Esa lógica expresa la creencia de que da igual el modo en que se solucione. No desatar sino cortar el nudo legal de la Universidad, la casa del espíritu, no será nunca la solución más sabia,  que es como decir de un machetazo, pues, ni hay espadas sabias ni “Alejandro-Magnos” para ello.  Por vía de Camus, sabemos que el tirano Napoleón decía a Fontanes: “¿Sabe usted qué  es lo que más admiro del mundo? La impotencia de la fuerza para fundar nada. Sólo hay dos potencias en el mundo: la espada y el espíritu. A la larga, la espada es siempre vencida por el espíritu”. 
Rara es esta convicción en un hombre de espada como Napoleón. Pero, cierto es que no vivimos en una época en que dicho adagio puede ser confiable: no siempre el espíritu se impone ante la Fuerza. Y es, para mayor contradicción, lo que ha ocurrido en la Universidad. En lo que de ella queda.

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