“Y lo que queremos es
precisamente no inclinarnos nunca ante la espada, no dar nunca la razón a la
fuerza que no se pone al servicio del espíritu”
Albert Camus
Después de tres largos
años de inanición e indolencia, haciéndole honor, en su sentido más simple, a
las esculturas de los tres monos del
santuario de Toshogu (uno que cubre sus oídos, otro sus ojos y otro su boca),
ciegos, sordos y mudos, la comunidad de la universidad yaracuyana, donde
todavía algunos pocos profesores resistimos, asiste por fin a la consumación
final de la infame transformación kafkiana de dicha institución, para que
amanezcamos más insectos aún.
Víctimas insomnes
del síndrome de la rana hervida, dicha comunidad todavía no sabe que se instaló
un Consejo Universitario espurio, cuyos miembros, casi todos, han sido o son
empleados del gobernador bajo cuya sombra aparecen en prensa, rojos, siempre en
campaña, juramentando milicias estudiantiles o echando paladas de concreto para
soluciones habitacionales de algún barrio. Y qué ironía: la albañilería de
urgencia puede ser, pero nada más contrario a lo universitario que la fuerza
bruta de lo militar.
Este mismo grupo de
advenedizos, quizás extraviados de su verdadera vocación, acaba también de
aprobar, sin que nadie se entere, un nuevo reglamento electoral que modifica lo
estipulado en el Reglamento General de la misma Universidad. Ante la contestación
que hemos hecho a semejante arbitrariedad, el redactor del mismo, un generoso
abogado enviado por el caballerito que funge de Viceministro, ha respondido a
un compañero, que solucionaría “dicho nudo gordiano”, según la tradición: de
un machetazo. Esta leyenda cuenta que, en la antigua Frigia, quien lograra
desatar el nudo sin cabos que ataba un yugo y su lanza al carro, consagrado a Zeus
por Gordias, se haría del poder en toda Asia. Llegó Alejandro Magno y sin contemplaciones
lo cortó con su espada. La expresión, citada por el asesor jurídico que nos
visita, sirve de expresión para una dificultad que no puede resolverse.
Y lo que ha ocurrido
es que, habiéndose violado consecutivamente el Reglamento de la UNEY, a estas
alturas no hay Consejo Universitario legalmente constituido por consenso de la
propia comunidad, como establecen las leyes. Una enorme charlatanería jurídica
ha creado una espesa capa de confusiones sobre todo ello y ha impedido que se
vea claramente que la Asamblea General, es decir, el soberano, es la fuente
primordial de legitimidad que puede
restablecer el orden, a falta de un CNU operativo.
El problema es que
la solución ofrecida por Alejandro Magno al problema del nudo, pertenece al
espeluznante simplismo de una lógica militar de quien ambicionaba conquistar
extensos territorios. Esa lógica expresa la creencia de que da igual el modo en
que se solucione. No desatar sino cortar el nudo legal de la Universidad, la
casa del espíritu, no será nunca la solución más sabia, que es como decir de un machetazo, pues, ni
hay espadas sabias ni “Alejandro-Magnos” para ello. Por vía de Camus, sabemos que el tirano
Napoleón decía a Fontanes: “¿Sabe usted qué
es lo que más admiro del mundo? La impotencia de la fuerza para fundar
nada. Sólo hay dos potencias en el mundo: la espada y el espíritu. A la larga,
la espada es siempre vencida por el espíritu”.
Rara es esta
convicción en un hombre de espada como Napoleón. Pero, cierto es que no vivimos
en una época en que dicho adagio puede ser confiable: no siempre el espíritu se
impone ante la Fuerza. Y es, para mayor contradicción, lo que ha ocurrido en la
Universidad. En lo que de ella queda.
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